Tranquilo ha vivido Moab desde su juventud, reposaba como un vino que nunca ha sido cambiado de tonel. Nunca habÃa marchado al exilio, por eso habÃa conservado su gusto y su sabor no se habÃa picado.
Más que por Yazer, lloro por ti, ¡oh viña de Sibma! Tus sarmientos se alargaban más allá del mar y alcanzaban hasta Jazer. Sobre tu cosecha y tu vendimia, ha caÃdo el destructor.
El gozo y la alegrÃa han desaparecido del paÃs de Moab. No hay vino en las cubas, pues los hombres ya no pisan el lagar ni resuenan más sus cantos de alegrÃa.
Los aullidos de Jesbón y de Elealà se escuchan hasta en Jasa; se grita desde Segor hasta JoronaÃm y Eglatselisa, pues las Aguas de Nimri han sido devastadas.
Las ciudades son conquistadas y las fortalezas ocupadas; el corazón de los soldados de Moab ha pasado a ser como el corazón de una mujer que da a luz.
A la sombra de Jesbón se pararon, sin fuerzas, los fugitios. Pero ha salido un fuego de Jesbón, una llama del palacio de Sijón, que ha devorado las sienes de Moab y el cráneo de esta gente revoltosa.
¡Ay de ti, Moab! ¡Estás perdido, pueblo de Camos! Pues tus hijos han sido llevados al destierro y tus hijas al cautiverio.