Pero al pasar la puerta de la ciudad que lleva a BenjamÃn, el vigilante JerÃas, hijo de SelemÃas, detuvo al profeta diciendo: «Tú te pasas a los caldeos.»
JeremÃas le respondió: «Es falso, yo no me paso a los caldeos.» Pero el guardia no le hizo caso y lo llevó a los jefes.
Estos, furiosos contra JeremÃas, lo golpearon y lo encerraron en casa del secretario Jonatán, que habÃan convertido en cárcel.
AsÃ, pues, JeremÃas fue puesto en un subterráneo y allà permaneció largo tiempo.
¿Dónde están los profetas que te decÃan: No vendrá el rey de Babilonia contra ustedes; no entrará en nuestro paÃs?
Ahora bien, escucha por favor, mi señor; acoge mi súplica y no me vuelvas a enviar a la casa del secretario Jonatán, pues tengo miedo de morir allÃ.»
Entonces SedecÃas ordenó que trasladaran a JeremÃas al patio de la guardia y cada dÃa se le daba un pan de los que hacÃan en la calle de los panaderos, hasta que hubo pan en la ciudad. Asà quedó JeremÃas en el patio de la guardia.