«Manda a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de oliva molida, para el candelero, para mantener continuamente la luz encendida.
Aarón mantendrá la lámpara de la mañana hasta la tarde en presencia de Yavé, fuera de la cortina que está delante del Testimonio en la Tienda de las Citas: es una ley perpetua de generación en generación.
El colocará las lámparas sobre el candelabro puro que permanece ante Yavé.
Tomarás flor de harina y cocerás con ella doce tortas, dos décimas de harina para cada una.
Las colocarás en dos filas, seis en cada fila, sobre la mesa pura en presencia de Yavé.
Pondrás sobre cada fila incienso puro para que el pan sea un memorial, un sacrificio por el fuego para Yavé.
Cada sábado, de generación en generación, dispondrán esos panes ante Yavé de parte de los hijos de Israel, como signo de alianza perpetua.
Estos panes serán para Aarón y sus hijos, que los comerán en lugar sagrado. Y los tendrán por cosa muy santa entre todos los sacrificio por el fuego para Yavé. Es una ley para siempre.
Un día, en el campamento, hubo un altercado entre un hombre de madre israelita y de padre egipcio, y un israelita.
El hijo de la israelita (ella se llamaba Selomit, hija de Dibrí, de la tribu de Gad) blasfemó y maldijo el nombre de Yavé, por lo que lo llevaron ante Moisés.
Y lo tuvieron preso hasta que Yavé dispusiera lo que había que hacer con él.
Y Yavé dijo a Moisés: «Saca fuera del campamento al que blasfemó.
Todos los que lo oyeron pondrán las manos sobre su cabeza, y luego toda la comunidad lo apedreará.
Entonces dirás a los hijos de Israel: Cualquier persona que maldiga a su Dios cargará con su pecado;
el que blasfeme el nombre de Yavé será castigado de muerte: toda la comunidad lo apedreará. Sea israelita o extranjero, si blasfema el nombre de Yavé, morirá.
El que hiera de muerte a cualquier persona morirá.
El que hiera de muerte a un animal pagará con otro; vida por vida.
El que cause alguna lesión a su prójimo, como él hizo, así se le hará:
fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se hará la misma lesión que él ha causado al otro.
El que mate a un animal, dará otro por él, pero el que mate a una persona humana, morirá.
La ley será la misma para el forastero y para el nativo, porque yo soy Yavé, su Dios.»
Moisés, pues, hablá a los hijos de Israel, que sacaron al blasfemo fuera del campamento y lo apedrearon. Lo hicieron tal como Yavé lo había mandado a Moisés.