El pueblo que caminaba en la noche divisó una luz grande; habitaban el oscuro paÃs de la muerte, pero fueron iluminados.
Tú los has bendecido y multiplicado, los has colmado de alegrÃa. Es una fiesta ante ti como en un dÃa de siega, es la alegrÃa de los que reparten el botÃn.
Pues el yugo que soportaban y la vara sobre sus espaldas, el látigo de su capataz, tú los quiebras como en el dÃa de Madián.
Los zapatos que hacÃan retumbar la tierra y los mantos manchados de sangre van a ser quemados: el fuego los devorará.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: «Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, prÃncipe de la Paz.»