Pero la gente saca el oro de su cartera y lo pesan, con la plata, en la balanza. Le pagan a un joyero para que les haga un dios al que adoran y delante del cual se tiran al suelo.
Recuerden esto y tengan vergüenza, reflexionen en su corazón, pecadores.
Recuerden las cosas que pasaron antiguamente. Yo soy Dios y no hay otro igual, soy Dios y no hay nada divino fuera de mÃ.
Yo anuncio desde el principio lo que va a venir, y de antemano, lo que no se ha cumplido todavÃa. Yo digo, y mis planes se cumplen, y todo lo que quiero se realizará.