¡Naciones, vengan a presenciar, pueblos, pongan atención; tierra y todo lo que encierras, con tus continentes y sus habitantes, escucha!
Yavé está enojado con todas las naciones y está enfurecido contra sus ejércitos. Los ha condenado a la destrucción, los ha entregado a la matanza.
Los muertos están tirados por las calles, y se siente la fetidez de sus cadáveres. Los montes chorrean sangre,
y el ejército de los cielos se descompone. Los cielos se enrollan como papel y todo su ejército se marchita como se secan los racimos nuevos o como se ponen lacias las hojas de la higuera.
Mi espada en los cielos estaba esperando y ahora cae sobre Edom, sobre este pueblo que yo quiero que sea castigado.
La espada de Yavé está cubierta de sangre y está bañada en grasa, con sangre de corderos y de chivos, con la grasa de los riñones de los carneros. Porque Yavé ha hecho un sacrificio en Bosra, y una gran matanza en tierra de Edom.
Hoy caen los toros de este pueblo, sus bueyes y sus terneros cebados. La tierra se empapa de sangre y el polvo se impregna de grasa,
porque es el día de la venganza de Yavé, día del desquite en las luchas de Sión.
Sus ríos son ahora de petróleo, su tierra es de azufre, y todo su país arde como asfalto.
No se apagará ni de día ni de noche, y el humo subirá continuamente. Quedará desolado para siempre, y por ahí nadie pasará.
Servirá de refugio a los pelícanos y erizos, y allí vivirán las lechuzas y los cuervos; Yavé tirará el cordel para aplanarlo y su nivel no dejará sino el vacío.
Allí tendrán su casa los chivos; y ya no habrá nobles para elegir a un rey, pues todos sus príncipes habrán desaparecido.
En sus palacios crecerán las zarzamoras y en sus castillos, las ortigas y los cardos. Serán una guarida de lobos y un escondite para los avestruces.
Allí se juntarán los gatos salvajes con los pumas, y se darán cita los chivos; allí también se echará a descansar el monstruo llamado Lilit.
Allí tendrá su cueva la serpiente, pondrá sus huevos y se echará encima hasta que se abran; también allí se reunirán los buitres,
se encontrarán unos con otros. Abran el libro de Yavé y lean, ¡ven que no falta ninguno! Así es, pues su misma boca lo ha ordenado y su soplo los ha juntado.
El ha sorteado la parte que le tocaba a cada uno y con sus mismas manos tomó la lienza para repartirles el país. Serán sus dueños para siempre y allí vivirán ellos y sus descendientes.