¡Ay de Asur, que es el bastón de mi ira, el garrote que usa mi furor!
Yo lo he enviado contra una nación impÃa, contra un pueblo que me molesta, para que lo saquee y le quite todo lo que tiene y lo pisotee como el polvo de las calles.
El, sin embargo, no entiende mi proyecto, ni lo cree asà su corazón, pues su intención es destruir y desmenuzar a no pocas naciones.
Dice: «¿Mis prÃncipes no son reyes acaso?
No sucedió a Calmo como a Carquemis, a Jamat igual que a Arpad y a Samaria como a Damasco?
«Esto lo conseguà con la fuerza de mi brazo y con mi capacidad, pues soy inteligente; he hecho retroceder las fronteras de los pueblos y me he apoderado de sus tesoros. Yo como soberano hice bajar de su trono a sus reyes.
Mi mano ha tomado, como se toma un nido, las riquezas de los pueblos. Como se recogen huevos botados, asà me he apoderado de toda la tierra y no hubo quien aleteara ni abriera el pico ni piara.
¿Acaso el hacha se cree más que el leñador, o la sierra, más que el aserrador? ¡Como si el bastón mandara a quien lo usa o el palo moviera al que no es de madera!
La luz de Israel se hará fuego y su Santo será como una llama,
que quemará y consumirá todos sus matorrales en un solo dÃa. El esplendor de sus bosques y de sus árboles frutales se desvanece, se deshace, y se le va la vida.
Lo que quede de sus árboles será tan poco, que un niño los podrá contar.
«Un resto volverá», un resto de Jacob se volverá hacia el Dios fuerte.
Porque aunque fuera tu pueblo, oh Israel, como la arena del mar, sólo un resto volverá. Su destrucción está decidida, para que quede bien en claro la justicia;