Hijo mío, no siembres en los senderos del mal: podrías cosechar siete veces más.
No pidas al Señor un puesto de dirigente, ni al rey un puesto de honor.
No te hagas pasar por justo ante el Señor, ni por sabio ante el rey.
No aspires a tener un puesto de responsabilidad si no eres lo bastante fuerte para arrancar de raíz la injusticia: te dejarás intimidar por un poderoso y perderás tu integridad.
No ofendas a la asamblea de la ciudad ni pierdas la confianza de la población.
No cometas dos veces el mismo pecado: basta con uno para que seas castigado.
No digas: "Dios tomará en cuenta mis numerosas ofrendas; se las presentaré al Altísimo y las aceptará".
Más bien ora con fuerza y no dejes de dar limosna.
No te burles del que ha sido humillado: hay alguien que humilla y que ensalza.
No mientas a costa de tu hermano, ni mientas a costa de tu amigo.
Aléjate de cualquier clase de mentira: nada de bueno saldrá de eso.
No hables a tontas y a locas en la asamblea de los ancianos, ni multipliques las palabras en tu oración.
No menosprecies las actividades penosas, ni el trabajo del campo instituido por el Altísimo.
No te juntes con el grupo de los pecadores, acuérdate que la Cólera no tarda.
No te creas más de lo que eres: el que vive sin Dios será castigado por el fuego y los gusanos.
No cambies un amigo por la plata, ni un verdadero hermano por el oro fino.
No te separes de una esposa sabia y buena; una esposa amable vale más que el oro.
No maltrates al doméstico que trabaja como debe, ni al asalariado que no pierde su tiempo.
Ama al esclavo inteligente como a ti mismo: le darás su libertad.
¿Tienes rebaños? Cuídalos. Si te dan ganancias, no te deshagas de ellos.
¿Tienes hijos? Edúcalos y enséñales a obedecer desde su niñez.
¿Tienes hijas? Cuida su virginidad, no seas demasiado indulgente con ellas.
Casa a tu hija y habrás arreglado un importante asunto, pero entrégasela a un hombre inteligente.
¿Tienes una mujer según tu corazón? No te separes de ella. Pero no confíes en la que ves con malos ojos.
Honra a tu padre con todo tu corazón; no olvides nunca que tu madre sufrió por ti.
Acuérdate que por ellos tu naciste: ¿qué les darás por todo lo que te dieron?
Rinde homenaje al Señor con toda tu alma, y respeta a sus sacerdotes.
Ama con todas tus fuerzas al que te ha creado, y no abandones a sus ministros.
Teme al Señor y honra al sacerdote; dale su parte como se te ha mandado: las primeras cosechas de tu campo, el sacrificio por el pecado, el lomo de las víctimas, las ofrendas santas y las primicias de las cosas sagradas.
Tiéndele al pobre una mano generosa, y recibirás del Señor una bendición.
Que los vivos reciban tus buenas obras y no olvides a los muertos.
No te apartes de los que lloran, sufre con los que tienen pena.
No te olvides de visitar al enfermo: ese tipo de cosas hará que se te quiera.
En todo lo que hagas acuérdate de tu fin y nunca pecarás.