Luego apareció, como un fuego, el profeta Elías, cuyas palabras quemaban como un antorcha.
Hizo que cayera sobre ellos el hambre, su amor lleno de celo los redujo casi a la nada. 3¡Una palabra del Señor, y el cielo retenía la lluvia! Tres veces además dejó caer el rayo.
¡Oh Elías, tus milagros constituyeron tu gloria! ¿Quién podría vanagloriarse de ser como tú?
A una sola palabra del Altísimo, hiciste que un muerto se levantara, arrancándolo del mundo de los muertos, de la Morada de abajo.
Por ti, reyes se fueron a la ruina, y hombres importantes no se levantaron más de su cama.
Tu escuchaste en el monte Sinaí una sentencia, conociste en el Horeb el castigo decretado por Dios.
Consagraste a reyes para que hicieran justicia, y a profetas para que continuaran tu misión.
Después fuiste arrebatado en un torbellino de fuego, en un carro con caballos de fuego.
Está escrito que volverás un día para apaciguar la cólera lista para estallar, para que los padres se reconcilien con los hijos y para restablecer las tribus de Jacob.
¡Oh Elías, felices los que te vieron, y que luego se durmieron en el amor! - porque nosotros también ciertamente que viviremos.
Cuando Elías fue llevado en un torbellino, Eliseo quedó lleno de su espíritu. Ningún príncipe pudo intimidarlo todo el tiempo que vivió, ni nadie pudo dominarlo.
Nada fue imposible para él y hasta en el sueño de la muerte hizo obra de profeta.
En vida hizo prodigios, y después de muerto, todavía obró milagros.
A pesar de todo el pueblo no se convirtió. No renunciaron a sus pecados, de tal manera que fueron llevados lejos de su país y dispersados por toda la tierra.
Sólo quedó un pueblo muy pequeño, con un soberano de la casa de David. De esos reyes, unos hicieron lo que le agrada al Señor, pero otros multiplicaron sus pecados.
El rey Ezequías fortificó la ciudad y llevó el agua hasta dentro de sus murallas; cavó un túnel en la roca y construyó estanques para el agua.
Durante su reinado, llegó Senaquerib para atacarlo; envió a Rabsaqués, quien se presentó en su nombre y organizó el asalto a Sión. Llegó para jactarse con arrogancia.
Todos entonces se descorazonaron, y sus manos se pusieron a temblar; se sentían tan angustiados como una mujer que va a dar a luz.
Pero invocaron al Señor, al Misericordioso, y tendieron sus manos hacia él; y el Santo, desde lo alto del cielo, los escuchó inmediatamente, y los salvó por la intervención de Isaías.
El Señor castigó al campamento de los Asirios, su ángel los exterminó.
Porque Ezequías hacía lo que le gusta al Señor; se atuvo firmemente a los ejemplos de David, su padre. El profeta Isaías, que fue tan grande y cuyas visiones no engañaban a nadie, se encargaba de enseñárselos.
Con él fue que el sol dio marcha atrás, cuando prolongó la vida del rey.
Inspirado de manera extraordinaria, Isaías vio lo que iba a pasar y dejó un mensaje a los afligidos de Sión.
Reveló lo que ocurrirá hasta el fin de los tiempos y mostró las cosas ocultas antes que sucedan.