Luego apareció, como un fuego, el profeta ElÃas, cuyas palabras quemaban como un antorcha.
Hizo que cayera sobre ellos el hambre, su amor lleno de celo los redujo casi a la nada. 3¡Una palabra del Señor, y el cielo retenÃa la lluvia! Tres veces además dejó caer el rayo.
Está escrito que volverás un dÃa para apaciguar la cólera lista para estallar, para que los padres se reconcilien con los hijos y para restablecer las tribus de Jacob.
Cuando ElÃas fue llevado en un torbellino, Eliseo quedó lleno de su espÃritu. Ningún prÃncipe pudo intimidarlo todo el tiempo que vivió, ni nadie pudo dominarlo.
A pesar de todo el pueblo no se convirtió. No renunciaron a sus pecados, de tal manera que fueron llevados lejos de su paÃs y dispersados por toda la tierra.
Sólo quedó un pueblo muy pequeño, con un soberano de la casa de David. De esos reyes, unos hicieron lo que le agrada al Señor, pero otros multiplicaron sus pecados.
El rey EzequÃas fortificó la ciudad y llevó el agua hasta dentro de sus murallas; cavó un túnel en la roca y construyó estanques para el agua.
El Señor castigó al campamento de los Asirios, su ángel los exterminó.
Porque EzequÃas hacÃa lo que le gusta al Señor; se atuvo firmemente a los ejemplos de David, su padre. El profeta IsaÃas, que fue tan grande y cuyas visiones no engañaban a nadie, se encargaba de enseñárselos.