El orgullo del mundo de arriba es el firmamento cristalino: el espectáculo del cielo es una visión de gloria.
Desde que el sol aparece va proclamando: "¡Soy un objeto admirable, una obra del Altísimo!"
Al mediodía reseca el campo; ¿quién puede soportar su ardor? Aunque sea insoportable el calor de la fragua, el ardor del sol es tres veces más cuando quema las montañas, proyectando vapores ardientes, rayos que ciegan los ojos.
¡Sí, grande es el Señor que lo hizo y cuyas palabras estimulan su curso!
Luego viene la luna, siempre fiel a su cita; ella indica los meses y el calendario.
El tiempo de la fiesta nos viene de la luna, cuando después de un plenilunio vuelve a su menguante.
De la luna nueva toma su nombre el mes: ¡qué maravilla cuando llega a su creciente! Ella es el estandarte de los ejércitos celestiales, mientras ilumina la extensión del firmamento.
El resplandor de las estrellas da al cielo su belleza, es el ornato resplandeciente de las alturas del Señor.
Dóciles a la palabra del Santo, se mantienen en el puesto que les asignó y montan guardia sin cansarse jamás.
Contempla al arcoiris y bendice al que lo hizo; ¡qué hermoso es con todos sus colores!
Traza en el cielo un círculo de gloria, un arco que fue extendido por las manos del Altísimo.
Si él quiere despacha la nieve y apresura a los relámpagos para que ejecuten sus sentencias.
Si abre de nuevo las reservas del cielo, las nubes emprenden su vuelo como los pájaros.
Con su poder congela las nubes para que lancen el granizo como piedras.
Las montañas tiemblan si las mira, al sentir su trueno la tierra se estremece.
El viento sur sopla si lo quiere, como asimismo los ciclones y el huracán del norte.
Los copos de nieve descienden como pájaros; se posa como la langosta. Su blancura inmaculada maravilla a nuestros ojos, el pensamiento queda en suspenso al verla caer.
Derrama como sal la escarcha por la tierra; el frío la transforma en espinas puntudas.
Cuando sopla el frío viento del norte, se forma el hielo sobre el agua; cubre las extensiones líquidas y las reviste de una coraza.
El otro viento consume las montañas y quema el desierto; como si fuera fuego devora todo verdor.
Pero acude una nube y cura todos esos males: después de la canícula, el rocío devuelve la alegría.
Según su designio domó al océano y plantó en él islas.
Los que navegan por el mar nos cuentan sus peligros: ¡se oyen relatos escalofriantes!
¡Hay allí seres extraños y maravillosos, animales de todas las especies, y monstruos marinos!
Pero gracias a Dios, su enviado encuentra su camino, y todo se arregla según su palabra.
Podríamos seguir, pero no terminaríamos: en una palabra, ¡El es Todo!
¿Dónde hallar la fuerza para glorificarlo? ¡Es grande, por encima de todo lo que ha hecho!
Es un Señor temible y altísimo, su poder es prodigioso.
Ríndanle alabanza, exalten al Señor todo lo que puedan: ¡El merece mucho más! Exáltenlo con todas sus fuerzas, no se cansen, que nunca será suficiente.
¿Quién lo vio y puede decirnos lo que vio? ¿Quién lo glorificará como se lo merece?
¡Cuántas maravillas ocultas, mucho más grandes todavía! Sólo hemos visto una pequeña parte de sus obras.
Sí, el Señor hizo todas esas cosas, y a sus fieles otorga que las puedan comprender.