busca el sentido oculto de los proverbios y se interesa en los enigmas de las parábolas.
Se pone al servicio de los grandes y se lo ve en medio de los jefes. Viaja por los paÃses extranjeros y tiene la experiencia de lo que es bueno o malo para los hombres.
Desde temprano se dedica a encontrar al Señor que lo creó, implora en presencia del AltÃsimo; abre su boca para orar y suplicar por sus pecados.
Si el Señor sublime lo ha decidido asÃ, lo llenará del espÃritu de inteligencia. Entonces entregará, como una lluvia, palabras de sabidurÃa, y dará gracias al Señor en su oración.
Penetrará en los planes de Dios y en el conocimiento: meditará los secretos del Señor.
Comunicará las enseñanzas de su doctrina y se sentirá orgulloso de la Ley y de la Alianza del Señor.
Mucha gente alabará su inteligencia, la que nunca pasará al olvido; su recuerdo no desaparecerá y su nombre se mantendrá vigente de generación en generación.
Se reconocerá su sabidurÃa en el extranjero, y hará el elogio de ella la asamblea del pueblo.
Mientras viva, su nombre estará por encima de otros mil, y cuando descanse, le bastará con su renombre.
Quiero además comunicarles mis reflexiones, de las que estoy repleto como la luna llena.
Hijos mÃos santos, escúchenme y crecerán como el rosedal plantado junto al arroyo.
Expandan un olor agradable como el incienso, que se abran sus flores como el lirio, den su perfume y entonen un canto ¡Bendigan al Señor por todas sus obras!
Glorifiquen su nombre y publiquen sus alabanzas; canten, toquen el arpa, aclámenlo diciendo:
Todas estas cosas son buenas para los buenos, pero se tornan dañinas para los pecadores.
Algunos vientos fueron hechos para destruir; el Señor en su cólera los convierte en azotes. Llegado el momento de destruir, desencadenan su violencia y satisfacen la furia del que los hizo.
Fuego, granizo, hambre y muerte: todo eso fue creado para servir de castigo.