Todos tus amigos dirán: "Yo también te amo", pero ten cuidado, pues el amigo sólo puede serlo de nombre.
¿No es una tristeza mortal que un compañero o un amigo se vuelva enemigo?
¡Oh mal deseo, ¿de dónde saliste para cubrir la tierra de tantos embustes?!
Miren a ese camarada que se aprovecha de la buena fortuna de su amigo: apenas llega la desgracia, se vuelve en su contra.
Miren a ese compañero que sufre por su amigo mientras se aprovecha para llenarse el estómago: apenas llega el peligro, sólo piensa en ponerse a salvo.
Que tu corazón no se olvide de tu amigo, no lo dejes en la miseria si tu te haces rico.
Todo consejero hace valer su consejo, pero más de alguno aconseja sólo por interés.
Pon atención en el que te aconseja: pregúntate primero qué es lo que necesita, porque hablará según su interés. Tal vez trate de conquistarte.
Tal vez te diga: "Tu decisión es buena", y luego se quedará observando lo que te sucede.
No consultes al que no confía en ti, oculta tus intenciones a los que te tienen envidia.
No consultes jamás a una mujer sobre su rival; a un cobarde a propósito de la guerra; a un negociante sobre una tasa de interés; a un comprador si vendes algo; a un envidioso si se trata de un agradecimiento; a un flojo sobre algo que hay que hacer; a un jornalero por el fin de su trabajo; a un sirviente holgazán por un trabajo pesado.
Busca más bien la compañía de un verdadero creyente, que tú sepas que es respetuoso de los mandamientos, cuya alma está cerca de la tuya y que compartirá tu sufrimiento si tú fracasas.
Luego mantente firme en la decisión que nacerá de ti, porque nadie merece más tu confianza.
Nuestra propia intuición ve a veces más claro que los siete centinelas que vigilan en lo alto.
Pero sobre todo invoca al Altísimo para que te guíe en la verdad.
Antes de emprender algo hay que pensarlo; antes de cualquier acción hay un proyecto.
Tus opciones orientan tus pasos según cuatro direcciones:
el bien o el mal, la vida o la muerte. La elección que hagas depende de tu propia decisión.
Hay hombres que son buenos para instruir a los demás, pero que no sirven para ayudarse a sí mismos.
El que es bueno para hablar se hace odiar: lo dejarán morir de hambre.
El Señor no lo favorece en nada, porque está desprovisto de sabiduría.
Otro es sabio a sus propios ojos; él mismo afirma que su sabiduría es provechosa.
El hombre sabio instruye a su propio pueblo: uno puede fiarse de los frutos de su inteligencia.
El hombre sabio está colmado de bendiciones, todos los que lo ven lo alaban.
Los días del hombre son contados, pero los días de Israel sobrepasarán cualquier medida.
El sabio gozará de la confianza de su pueblo; su nombre perdurará para siempre.
Hijo mío, ve por ti mismo lo que te conviene: ve lo que es malo para ti y aprende a evitarlo.
Porque no todo conviene a todos, y todos no se contentan con las mismas cosas.
No abuses de todo lo que te gusta, no te abalances sobre la comida,
porque comer demasiado enferma, y la gula provoca indigestión.
Mucha gente ha muerto por esos excesos, mientras que los que se moderan prolongan su vida.