Las esperanzas vanas y engañosas son para los imbéciles: los sueños dan alas a los insensatos.
Contar con los sueños es como perseguir una sombra o correr tras el viento.
Lo que se ve en sueños no es más que un reflejo: la persona ve su propia imagen.
¿Puede uno purificarse con algo impuro? ¿Y encontrar la verdad en lo que es mentira?
Predicciones, visiones y sueños son tan vacíos como los fantasmas de una mujer en cinta.
A menos que te sean enviados como una visita del Altísimo, no les prestes atención.
Porque los sueños engañaron a mucha gente; los que confiaron en ellos fracasaron.
La Ley en cambio se cumplirá sin falta: es sabia en lo que dice, fiel en lo que promete.
El que ha viajado conoce muchas cosas, un hombre de experiencia no habla sin fundamento.
El que no ha sido puesto a prueba sabe poco, el que ha recorrido el mundo ha adquirido muchos conocimientos.
A lo largo de mis viajes he visto muchas cosas, y he conocido mucho más de lo que puedo decir.
Me he visto varias veces en peligro de muerte y me he salvado gracias a mi experiencia.
Los que temen al Señor salvarán su vida porque pusieron su esperanza en el que los puede salvar.
El que teme al Señor no tendrá miedo, no se asustará por nada porque El es su esperanza.
El que teme al Señor conoce bien su felicidad: ¿en quién se apoya, quién es su fuerza?
La mirada del Señor está puesta sobre los que lo aman, es una poderosa protección, un apoyo resistente, un refugio contra el viento ardiente y el sol del mediodía, un sostén contra las caídas, una ayuda en el momento de caer.
El Señor renueva el entusiasmo e ilumina los ojos, da la salud, vida y bendición.
Dar a Dios una cosa mal adquirida es una ofrenda sucia; los dones de los malvados no pueden agradar a Dios.
Al Altísimo no le agradan las ofrendas de los impíos; sus pecados no serán perdonados a fuerza de sacrificios.
Ofrecer un sacrificio con lo que pertenecía a los indigentes es condenar a muerte a un hijo en honor de su padre.
El pan que mendigan es la vida de los pobres; el que se lo quita es un asesino.
Mata a su prójimo el que le quita los medios para sobrevivir; retener el salario de un trabajador es lo mismo que derramar su sangre.
Uno construye, otro demuele; ¿qué han conseguido sino penas?
Uno ruega, el otro maldice, ¿la voz de quién escuchará el Amo?
Si uno se baña después de haber tocado a un muerto, y lo toca de nuevo, ¿de qué le sirve la purificación? Es lo que pasa con el que ayuna por sus pecados y luego vuelve a cometerlos: ¿quién escuchará su oración? ¿De qué le sirvió su penitencia?