La desgracia no alcanza al que teme al Señor; si le toca una prueba se verá libre de ella.
El hombre sabio no odia la Ley; el que la sigue sólo en apariencias es como un barco en medio de la tempestad.
El hombre inteligente pone su confianza en la Ley; para él la Ley es digna de fe como una respuesta divina.
Prepara tu discurso y serás escuchado; hazte una buena síntesis y luego habla.
Los sentimientos del tonto son como rueda de carreta, sus razonamientos son como veleta.
Un amigo burlón es como potro en celo, relincha con cualquier jinete.
¿Por qué un día será más importante que otro cuando todos los días reciben la luz del sol?
Una decisión del Señor los ha hecho diferentes, él fue quien dispuso las fiestas y las estaciones.
Eligió y santificó a algunos de ellos, a los demás los dejó para hacer número.
También los hombres fueron sacados de la tierra, de ésta fue formado Adán.
El Señor sin embargo, en su sabiduría, los separó, poniéndolos en diferentes caminos.
A algunos los bendijo y exaltó, los consagró y tomó a su servicio; a otros los maldijo y humilló, hizo que perdieran su lugar.
Así como el barro está en manos del alfarero que lo moldea a su voluntad, así también están los hombres en las manos del que los ha hecho: trata a cada cual como mejor lo estima.
De un lado el mal, y del otro el bien; de un lado la muerte, y del otro la vida: y de igual modo frente al fiel está el pecador.
Miren por todas partes las obras del Altísimo; siempre van de a dos, una oponiéndose a la otra.
En cuanto a mí, me afané después de todos los demás, semejante al que rebusca detrás de los vendimiadores.
Pero por la bendición del Señor los alcancé y llené con mis racimos el lagar.
Entiendan que mis esfuerzos no fueron sólo para mí, sino para todos los que buscan el saber.
¡Oigan, pues, ustedes los grandes del pueblo; presten atención, ustedes que presiden la asamblea!
¡Ni a tu hijo, ni a tu mujer, ni a tu hermano ni a tu amigo: a nadie des poder sobre ti mientras vivas! No des tus bienes a otro; podrías arrepentirte y tener que reclamárselos.
Mientras te quede un soplo de vida, no entregues a nadie tu libertad.
Es mejor que tus hijos dependan de ti que tener tú que suplicarles.
Asume la responsabilidad de todo lo que hagas, no permitas que otros manchen tu reputación.
Cuando concluyan los días de tu vida, cuando llegue la hora de tu fin, entonces reparte la herencia.
Para el burro: el forraje, el palo y la carga; para el sirviente: el pan, las correcciones y el trabajo.
Da trabajo a tu esclavo y gozarás de paz; suéltale la rienda y querrá la libertad.
El yugo y el cabestro hacen doblar el cogote; para el mal servidor, castigos y cadenas.
Ponlo a trabajar, que no se quede ocioso, porque la ociosidad enseña la maldad.
Hazlo trabajar según su capacidad, y si no obedece pon sus pies en los grillos.
Pero no seas demasiado exigente con nadie, no hagas nada sin discernimiento.
Si tienes un sirviente, trátalo como a un hermano, pues lo necesitas tanto como él a ti.
Si lo maltratas y emprende la fuga, ¿a dónde irás a buscarlo?