El pecador siembra la perturbación entre los amigos, y hace cundir las desavenencias entre los que viven en paz.
El calor del fuego depende del combustible, la pelea aumenta según las pasiones: mientras más poderoso es un hombre más se enoja; mientras más rico más monta en cólera.
Una discusión imprevista enciende la mecha, una pelea repentina hace correr sangre.
Sopla una llamita, y el fuego arde; escúpela y se apaga: ¡ambas dependen de tu boca!
Maldito el calumniador y su manera doble de hablar: ha contribuido a que perezcan muchas personas que vivÃan en paz.
Las insinuaciones de terceras personas los demolieron hasta dispersarlos en una y otra nación; destruyeron además ciudades poderosas y derribaron grandes familias.
La calumnia hizo que se repudiara a valientes mujeres y las privó del fruto de sus trabajos.
El que le presta atención no tendrá más reposo, ni vivirá más en paz.
Un latigazo deja una herida, una lengua suelta rompe los huesos.
Muchos cayeron por la espada, pero más numerosos aún son las vÃctimas de la lengua.
Feliz el hombre que ha permanecido fuera de su alcance y no conoció su furor, que no soportó su yugo ni arrastró sus cadenas;
porque su yugo es un yugo de hierro, y sus cadenas, cadenas de bronce.
La lengua produce una muerte miserable; ¡más vale descender a la morada de abajo!
Pero ella no vencerá a los fieles; su llama no los quemará.
A los que abandonan al Señor, a esos sà que los atrapará. Arderá en ellos sin extinguirse jamás, se arrojará sobre ellos como un león, y los desgarrará como una pantera.
Tú rodeas tu campo con una cerca de espinas, y pones bajo llave tu plata y tu oro;
para tus palabras necesitas una balanza y pesas. Colócale a tu boca puerta y candado,
no sea que te haga tropezar y caigas ante tu contrario.