Una buena esposa es como el premio mayor de la loterÃa, le tocará en suerte al que teme al Señor.
Rico o pobre tendrá contento el corazón; en todo momento se verá la felicidad en su rostro.
Hay tres cosas que temo y una cuarta que me espanta: una calumnia que se expande por el vecindario, una muchedumbre amotinada y una acusación falsa; todo eso es peor que la muerte.
Pero la mujer que tiene celos de otra es una angustia, un dolor Ãntimo, su lengua es un azote que no perdona a nadie.
Una mujer que sabe callarse es un don del Señor, nada es comparable con la que es bien educada.
Una mujer modesta es doblemente encantadora, la que es casta es un tesoro inestimable.
Asà como el sol se levanta sobre las montañas del Señor, asà es el encanto de una buena esposa en una casa bien ordenada.
Como la lámpara que brilla en un candelabro sagrado, asà es un hermoso rostro en un cuerpo armonioso.
Como columnas de oro en una base de plata, asà son unas lindas piernas en unos talones bien plantados.
Hay dos cosas por las que me aflijo y una tercera que me causa ira: un guerrero reducido a la miseria, personas criteriosas que son despreciadas, el que pasa de una vida correcta al pecado; el Señor lo destina a morir por la espada.
Es difÃcil para un comerciante no estafar a los demás; un comerciante no estará libre de pecado.