Hay tres cosas que hallo hermosas, y que son hermosas tanto para Dios como para los hombres: la unión entre hermanos, la amistad entre prójimos y la perfecta armonía entre marido y mujer.
Hay tres clases de personas que aborrezco y cuya presencia no la soporto: un pobre orgulloso, un rico que miente y un viejo vicioso y tonto.
Si no has juntado nada en tu juventud, ¿con qué te las arreglarás en tu vejez?
Es bonito ver a un anciano que tiene criterio, un anciano que sabe aconsejar.
Es bonito ver a un anciano que es sabio, a un hombre estimado que comprende y sabe decidir.
Una rica experiencia es la corona de los ancianos; pueden sentirse orgullosos si tienen el temor del Señor.
Hay nueve cosas que considero hermosas, y a esas añadiría una décima: el que se siente feliz con sus hijos; el que ve antes de morir la ruina de sus enemigos.
Feliz también el hombre que vive con una mujer juiciosa; que no ara con un burro y un buey juntos; que no ha cometido errores al hablar; que no sirve a un patrón indigno de él.
Feliz el que ha conseguido un buen criterio, y que sabe hacerse oír.
¡Qué grande es el que encuentra la sabiduría! Pero no supera al que teme al Señor.
El temor del Señor está por encima de todo: ¿con quién comparar al que lo posee?
¡Cualquier herida, menos la del corazón! ¡Cualquier maldad, pero que no provenga de una mujer!
¡Cualquier penuria pero no por culpa de un adversario! ¡Cualquier sentencia, pero no la dictada por una persona enemiga!
No hay cabeza más temible que la de una serpiente, ni peor furor que el de una persona enemiga.
Estaría más contento con un león o un dragón que con una mujer malvada.
La maldad de la mujer le desfigura el rostro, éste se torna más sombrío que él de un oso.
Si su marido parte a reunirse con sus vecinos, no podrá dejar de suspirar.
Cualquier maldad es poca cosa al lado de la maldad de una mujer: ¡ojalá que caiga sobre ella el castigo de los pecadores!
Como una cuesta arenosa para los pies de un anciano, así es la mujer habladora para un marido de buen carácter.
¡No te dejes seducir por la belleza de una mujer, ni la desees!
Mal humor, impaciencia, reproches... es lo que sucede cuando la mujer manda al marido.
Corazón apenado, cara triste y herida oculta: así sucede con la mujer malvada. Brazos caídos y rodillas vacilantes: ¡ella no hace feliz a su marido!
Por la mujer comenzó el pecado: por su culpa morimos todos.
¡Deten inmediatamente la fuga de agua!; no dejes que una malvada mujer se imponga.