No lo pongas a tu lado: podrÃa echarte y ocupar tu lugar. No lo invites a sentarse a tu derecha: podrÃa ambicionar tu puesto; entonces comprenderÃas que yo tenÃa razón y te pesarÃa no haberme escuchado.
Lo mismo vale para el que frecuenta al pecador y se asocia a sus malas acciones.
El pecador se mantendrá tranquilo a tu lado durante una hora, pero apenas te distraigas, se sacará la máscara.
El enemigo no es más que dulzura en sus palabras, pero sólo piensa en tirarte a la fosa. Sabe derramar lágrimas, pero si tiene la ocasión, se le hará poco tu sangre.
Si te azota la desgracia, lo verás ante ti: hará como que te ayuda, pero será sólo para librarse de ti.
Entonces te hará muecas y aplaudirá; hará bromas a costa tuya y mostrará su verdadera cara.