Sólo hay un sabio, muy digno del más alto respeto: ¡El que se sienta en su trono!
El Señor fue quien creó la sabidurÃa; la vio, le tomó las medidas, la difundió en todas sus obras,
en todos los seres vivos, según su generosidad. La distribuyó con largueza a todos los que lo aman.
El temor del Señor es nuestra gloria y de ello podemos estar orgullosos; es la alegrÃa y la corona de los vencedores.
El temor del Señor regocija el corazón, da buen humor, alegrÃa y larga vida.
Todo acabará bien para el que teme al Señor; será bendito en el dÃa de su muerte.
El temor del Señor es el comienzo de la sabidurÃa; puso la sabidurÃa en el corazón de sus fieles desde antes de su nacimiento.
Ella estaba en su puesto desde antes del tiempo; anidó en medio de los hombres, permanecerá fiel a su descendencia.
El temor del Señor es la plenitud de la sabidurÃa; te sacia con sus frutos,
repletando tu casa con cosas muy especiales, y tus graneros, con sus riquezas.
El temor del Señor es la corona de la sabidurÃa; hace que florezcan la paz y la buena salud.
El Señor la vio y la midió; dejó caer una lluvia de saber y de inteligencia; los que tienen la sabidurÃa no pueden disimularla.
El temor del Señor es la raÃz de la sabidurÃa; su ramaje se llama larga vida.
La violencia injusta no tiene excusa alguna; se destruye por sus propios excesos.
El hombre paciente soportará todo el tiempo que sea necesario, al final se le concederá la alegrÃa; se retendrá de hablar hasta el momento preciso, todos entonces reconocerán su valor.
La sabidurÃa guarda entre sus tesoros máximas de rico contenido; pero el pecador no se preocupa de las cosas de Dios.
¿Deseas la sabidurÃa? Cumple los mandamientos y el Señor te la concederá generosamente.
Pues el temor del Señor es sabidurÃa y doctrina; lo que le agrada es la fidelidad y la dulzura.