Las almas de los justos están en las manos de Dios y ningún tormento podrá alcanzarlos.
A los ojos de los insensatos están bien muertos y su partida parece una derrota.
Nos abandonaron: parece que nada quedó de ellos. Pero, en realidad, entraron en la paz.
Aunque los hombres hayan visto en eso un castigo, allí estaba la vida inmortal para sostener su esperanza:
después de una corta prueba recibirán grandes recompensas. Sí, Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él.
Los probó como al oro en el horno donde se funden los metales, y los aceptó como una ofrenda perfecta.
Cuando venga Dios a visitarnos, serán luz, semejantes a la centella que corre por entre la maleza.
Gobernarán naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su rey para siempre.
Los que confiaron en él conocerán la verdad, los que fueron fieles en el amor permanecerán junto a él.
Pero los impíos que menospreciaron al justo y renegaron del Señor serán castigados por sus malas intenciones.
Sí, ay de aquellos que rechazan la sabiduría y la disciplina: ¡para ellos toda esperanza es vana, todo esfuerzo inútil, toda obra estéril!
También son estúpidas sus mujeres, y sus hijos, perversos: una maldición se cierne sobre su descendencia.
Feliz la mujer sin hijos si ha permanecido pura, si no ha tenido alguna unión culpable; cuando sean juzgadas las almas, se verán sus frutos.
Feliz también el eunuco si no tomó parte en el mal ni tuvo pensamientos de rebelión contra el Señor: su fidelidad será bien recompensada, tendrá un lugar de privilegio en el templo del Señor.
Porque cualquier esfuerzo por el bien produce frutos admirables; el verdadero conocimiento es una raíz que nunca se seca.
En cambio, los hijos nacidos del adulterio no maduran, la descendencia de una unión ilegítima desaparece.
Si llegare a suceder que se prolonga su vida, no serán tomados en cuenta y por último envejecerán sin gloria.
Y si mueren jóvenes, será sin esperanza: la espera del juicio no les servirá de consuelo.
Sí, una raza malvada está condenada a una suerte cruel.