Veamos a otro que se prepara para embarcarse. Antes de enfrentar el furor de las olas, invoca a un pedazo de madera más frágil aún que la embarcación que lo llevará.
Ya antiguamente, mientras perecÃan los gigantes orgullosos, el justo que llevaba consigo la esperanza del universo, se refugió en una balsa; guiado por tu mano, dejó al mundo la semilla de una nueva humanidad.
¡Bendita sea la madera que fue instrumento de tu salvación!
Pero, en cuanto al Ãdolo fabricado y al que lo hizo, ¡que sean malditos ambos: el obrero porque lo hizo, y el objeto porque se le llamó dios!
Ambos son insoportables para Dios, el impÃo y el producto de su impiedad;
y con el tiempo esta costumbre impÃa se consolida hasta tal punto que se hace obligatoria para todos.
De igual modo se veneran estatuas por orden de los prÃncipes. Aquellos de sus súbditos que no podÃan honrarlos personalmente porque vivÃan lejos, quisieron tener su retrato. Mediante esa imagen podrÃan venerar al rey como si estuviera presente.
El talento del artista hizo que aumentara ese culto entre los que no conocÃan al soberano.
Con el afán de agradarle se las ingenió para representarlo más bello de lo que era.
La representación era tan perfecta que la muchedumbre se dejó seducir: asà se llegó rápidamente a ver un dios en el que se veneraba.
Todo esto se ha convertido en una trampa para los vivos: hombres azotados por la desgracia o sometidos a los poderosos dieron a piedras o a la madera el Nombre incomunicable.
No les bastó con tal error en el conocimiento de Dios. La ignorancia los llevó a tan grandes contradicciones que llegaron a considerar como normales los peores excesos:
los asesinatos de niños que eran ofrecidos en sacrificio, los ritos secretos, las orgÃas furiosas y extravagantes.
Ni el más mÃnimo recato en sus vidas o en su matrimonio: uno suprime al otro a traición o lo deshonra por medio del adulterio.
Por todas partes sólo hay sangre y muerte, robos, fraudes, corrupción, mala fe, revueltas, perjurios,
confusión en la gente buena, olvido de los favores, escándalos, prácticas antinaturales, desórdenes en el matrimonio, adulterio, libertinaje.
El culto a los dioses, que ni siquiera merecen tal nombre, es el comienzo, la causa y el fin de todo mal.
Hay algunos a los que les gusta excitarse hasta el delirio, y entonces entregan falsos oráculos. Otros viven en el mal y llegan hasta el perjurio;
sabiendo que se apoyan en Ãdolos sin vida, ¿cómo tendrÃan miedo de que sus falsos juramentos sean castigados?
Pero con toda justicia serán castigados por dos motivos: primero porque desconocieron a Dios al irse con los Ãdolos, segundo porque cometieron un fraude, al hacer falsos juramentos menospreciando lo que es sagrado.