Asà pasó con los antiguos habitantes de tu Tierra Santa:
los aborrecÃas debido a sus prácticas detestables, su brujerÃa y sus ritos impÃos,
el asesinato sin piedad de niñitos, los banquetes sanguinarios en que comÃan la carne humana con la sangre y las entrañas, mientras celebraban sus cultos secretos.
HabÃas decidido acabar con esos padres asesinos de seres indefensos por medio de nuestros padres.
QuerÃas que esta a la que quieres más que a las demás, fuese la patria de los hijos de Dios dignos de ella.
Pero, al castigarlos progresivamente, les dabas oportunidad para que se arrepintieran. No ignorabas sin embargo que su interior era perverso y que su maldad era innata, y que no cambiarÃan,
porque su raza habÃa sido declarada maldita desde el principio. De todos modos, no fue por miedo a alguien que dejaste sin castigo sus crÃmenes.
Incluso con los cananeos, enemigos de tus hijos y dignos de muerte, actuaste con moderación e indulgencia para darles tiempo y oportunidad a que se convirtieran.
Pero con tus hijos actuaste todavÃa con más miramientos, ya que estabas ligado a sus antepasados por juramentos, alianzas y tantas otras bellas promesas.
De tal manera que cuando castigas a nuestros enemigos con moderación, lo haces para que aprendamos, para que pensemos en tu bondad cuando nos toque ser jueces, y para que confÃemos en tu misericordia cuando seamos juzgados.
A los que vivÃan alocadamente en el mal, los castigaste por medio de sus Ãdolos abominables.
¡HabÃan llegado muy lejos por los caminos del error, tomando como dioses a los animales más feos y más despreciables! Se habÃan dejado engañar como niños sin juicio.
Asà como a niños que no piensan, les dirigiste primero una leve advertencia,
pero no comprendieron esos benignos reproches, asà que merecÃan experimentar el juicio de Dios.
En medio de sus sufrimientos, se indignaron con esos animales a los que habÃan tomado por dioses y que ahora se transformaban en los instrumentos de su castigo. Entonces descubrieron y reconocieron como Dios al que antes se negaban a ver: ese fue el motivo del castigo supremo que recayó sobre ellos.