Ningún hombre es dueño del soplo de vida, nadie puede disponer del dÃa de su muerte. Es un combate sin piedad y no hay maldad que nos pueda salvar.
Todo eso lo vi mientras reflexionaba sobre todo lo que pasa bajo el sol, durante el tiempo en que los hombres tienen poder para hacerse el mal unos a otros.
Asà fue como vi que a los hombres malos se los acompañaba a su entierro desde el lugar santo, y que en la ciudad se olvidaban de todo el mal que habÃan hecho. Esta es otra cosa desconcertante:
como las acciones malas no son inmediatamente juzgadas y castigadas, los hombres encuentran en eso un incentivo para hacer el mal.
La felicidad no es para el malo; no prolongará sus dÃas sino que pasará como una sombra porque no tiene el temor de Dios).
Esto es desconcertante en esta tierra: hay justos a los que les pasa todo lo que les tocarÃa a los malos por todo lo que han hecho, y hay malos a los que les pasa lo que les corresponderÃa a los justos: esto tampoco tiene sentido.
¡Viva la alegrÃa!, pues la única felicidad para el hombre bajo el sol es comer y beber y regocijarse: esto le toca por su trabajo a lo largo de los contados dÃas que Dios le concedió vivir bajo el sol.
Como me dedicara a conocer y observase la condición del hombre en la tierra, vi que el ojo humano no tiene descanso de dÃa ni de noche.