Una buena reputación vale más que un buen perfume: el día de la muerte pasa pues antes que el del nacimiento.
Anda a la casa que está de duelo más que a la que está de fiesta: verás el fin de todo hombre, y al que vive le da para pensar.
Más vale el pesar que la risa: la tristeza en el rostro promete un mejor corazón.
La casa en duelo da para pensar a los sabios, los tontos noo piensan más que en la casa alegre.
Más vale escuchar la reprensión del un sabio que la canción de los tontos;
la risa del tonto es como el crepitar de zarzas que arden bajo la marmita. Esta es una cosa desconcertante:
la corrupción pervierte incluso al sabio; los regalos ahogan la conciencia.
Terminar una obra vale más que comenzarla: lo que cuenta es la perseverancia, y no la pretensión.
No dejes que tu espíritu ceda a la cólera: la cólera se siente a gusto en el tonto.
No digas: "¿Cómo serían los tiempos antiguos? Ciertamente mejores que los de ahora". Pues no es la sabiduría la que te hace formular esa pregunta.
La sabiduría es útil para el que tiene tierras: ¡cuánto más para los que ven el sol!
La sabiduría es una protección como lo es el dinero; pero la ventaja del saber es que la sabiduría da la vida a los que la poseen.
Contempla la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él ha curvado? En los días felices disfruta de la felicidad, y en el día de la desgracia, abre los ojos: Dios los ha dispuesto a ambos de tal manera que nadie pueda saber cuál será su fin.
He visto de todo en esta vida tan decepcionante: hay justos que perecen a pesar de su justicia, y malos que prolongan sus días, a pesar de su maldad.
No seas justo en exceso, ni te hagas el sabio más de lo necesario: podrías demolerte. No seas malvado en demasía ni te comportes como un insensato: podrías morir antes de tiempo.
Es bueno tomar un partido sin descartar la posibilidad del otro: el que teme a Dios sacará provecho del uno y de lo otro.
La sabiduría hace al sabio más poderoso que los diez jefes de su ciudad.
No hay en la tierra ningún hombre lo bastante justo como para hacer el bien sin nunca pecar.
No hagas pues caso a todo lo que se cuenta: así no oirás a tu servidor hablar mal de ti.
Tú mismo lo sabes muy bien, has hablado con frecuencia mal de los otros.
Todo eso lo he experimentado: es cuestión de sabiduría. Me había dicho: "Quiero ser sabio". ¡Pero estaba tan lejos de mí!
Está más allá de todo lo que existe.
Cuando me dediqué a saber, a profundizar, a buscar la sabiduría y el por qué de las cosas, reconocí que la maldad es una tontería y una locura.
Saqué esta conclusión: que la mujer es más amarga que la muerte; ella es para el hombre una trampa, su corazón es una red y sus brazos, cadenas. El que agrada a Dios se escapa de ella, pero el pecador se deja atrapar.
Esto es lo que he encontrado -decía Qohelet- al reflexionar sobre todas las cosas, una tras otra, para comprender.
Sin embargo busco todavía: un hombre entre mil y lo encontré; pero una mujer entre todas, y no la he hallado.
Y esto es lo que vi: Dios hizo sencillo al ser humano, pero ellos se han buscado mil problemas.