Pensé además en todos los abusos que se cometen bajo el sol. Vi las lágrimas de los oprimidos, y no hay nadie que los consuele; sufren la violencia de sus opresores, y no hay nadie que venga en su ayuda.
Por eso felicitaré al muerto porque es muerto más bien que al vivo porque todavía vive.
Y más feliz que uno y otro es el que todavía no existe, pues no ha visto todo el mal que se comete bajo el sol.
Si miro todo el trabajo que los hombres se dan, toda la carrera tras el éxito, eso no es más que envidia del uno para el otro. ¡Todo eso es insensato, se corre tras el viento!
El tonto que se cruza de brazos, devora su propia carne.
Pero gozar del descanso cuando una mano está llena vale más que el tormento de llenar la otra mano.
Pues vi bajo el sol otra cosa absurda: Un hombre solo, que no tiene a nadie, ni hijos ni hermanos, y que no deja de extenuarse trabajando, nunca se siente lo bastante rico. Pero ¿para quién trabaja, para quién son esas privaciones? Ese es un mal negocio y que no tiene sentido.
Más vale estar de a dos que solo: el trabajo rendirá más.
Si uno cae, su compañero lo levantará. Pero, ay del que está solo si cae: nadie lo levantará.
De igual modo, si se acuestan juntos se calentarán; pero nadie calentará al que está solo.
Si uno está solo, lo pueden atacar; pero acompañado, podrá resistir, y si el hilo es triple, no se cortará fácilmente.
Más vale un muchacho pobre y con buen criterio que un rey viejo y tonto, que no sabe pedir consejos.
Y esto, aunque haya pasado de la prisión al poder, o aunque haya nacido como el último de todos en el reino.
Vi que todos los que viven bajo el sol se ponían de lado del nuevo, del joven que asumía la sucesión.
Interminable era la multitud de los que venían a rendirle homenaje. Un día, sin embargo, no estarán más contentos con él. Esas son pues cosas que no duran: se corre tras el viento.
Mira dónde pisas cuando vayas a la Casa de Dios. Presenta la ofrenda como un hombre prevenido, no como los tontos que ofrecen el sacrificio y no ven que hacen el mal.