Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud,antes que lleguen los días malos,y los años que se acercan, de los cuales dirás:"No espero más de ellos",
antes de que se oscurezcan el sol, la luzla luna y las estrellas,y que vuelvan las nubes apenas haya llovido,
cuando tiemblen los guardias de la casa,y se encorven los porteros,cuando lo que queda de muelas deje de moler,y se queden ciegos los que miran detrás de las ventanas;
Entonces se cierra la puerta de calley se detiene el ruido del molino;en que el trino del ave no despiertay se mueren las canciones.
Se temen las subidasy los barrancos en el camino; el almendro está en flor,la langosta está repleta,la alcaparra da su fruto.Ahí va el hombre a su casa de eternidad,y ya están las lloronas en la esquina de la calle.
El hilo de plata no llegará más lejos: dejaron de hilarlo;la lámpara de oro se rompió,se quebró el cántaro en la fuente,y cedió la polea del pozo.
El polvo vuelve a la tierra de donde vino,y el espíritu sube a Dios que lo dio.
¡Esto no tiene sentido! decía Qohelet, ¡nada a qué aferrarse!
Qohelet era un sabio, que enseñó el saber al pueblo; sopesó, examinó y corrigió muchos proverbios.
Qohelet procuró pulir sus sentencias y expresar verdades en un estilo muy directo.
Las palabras de los sabios son como aguijones; una colección de sentencias es como una cerca cuyas estacas han sido ensambladas por un mismo pastor.
No le añadas nada, hijo mío: ¿para qué más y más libros? Esto no tiene fin, y el demasiado estudio agota al cuerpo.
Conclusión del discurso: todo ha sido dicho. Teme a Dios y observa sus mandamientos: allí está todo para el hombre.
Pues Dios juzgará todas las acciones, aun lo que está oculto, tanto el bien como el mal.