Una mosca muerta echa a perder todo el frasco de perfume; algunas locuras reducen a nada mucha sabiduría.
El corazón del sabio mantiene su derecha, el corazón del tonto toma la izquierda;
sigue su camino en contra, y a todos los que se cruzan con él les dice: "¡Ahí va otro tonto!"
Si el príncipe monta en cólera contra ti, no dejes tu puesto, la calma evitará muchas desgracias.
Vi otro mal bajo el sol, y uno podría pensar que el error viene del Soberano:
los incapaces están en lo alto de la escala, y los que valen se quedan abajo.
Vi servidores que andaban a caballo y nobles que iban a pie, como los servidores.
El que cava un hoyo, se puede caer en él; el que derriba un muro, puede ser que lo muerda la serpiente;
el que extrae piedras, puede lastimarse con ellas; el que parte leña corre el peligro de herirse;
si el hierro está embotado, hay que golpear más fuerte: en todo esto se gana con la sabiduría.
Pero tal vez la serpiente no se deja encantar y muerde: en ese caso el encantador no habrá ganado nada.
Las palabras del sabio son una gracia, en cambio las del tonto son perjudiciales, en primer lugar para él.
Su punto de partida es un error, y la conclusión es tan peligrosa como absurda.
La estupidez es la que le inspiró tantas palabras. ( El ser humano no conoce el porvenir: ¿quién le dirá lo que pasará después de él?)
El tonto se agota pronto: no sabe ni siquiera el camino a la ciudad.
¡Pobre de ti, país, cuyo rey es un muchacho y cuyos jefes están de parranda desde la mañana!
Feliz tú, país, cuyo rey es un príncipe bien nacido, y cuyos jefes comen a sus horas, para tomar fuerzas y no para embriagarse.
Por falta de mantención se hunde la techumbre, y si las manos son flojas, se llueve la casa;
hacen banquetes para divertirse; se dan sus pasatiempos con el vino: ¡ el dinero lo resolverá todo!
No maldigas al rey ni siquiera de pensamiento; ni maldigas al poderoso, ni siquiera en el secreto de tu pieza: un pajarito del cielo podría llevarle el rumor, un par de alas le daría a conocer el asunto.