¡Hijo mío, guarda mis palabras, conserva como cosa preciosa mis consejos. Observa mis órdenes y vivirás, guarda mi enseñanza como a la niña de tus ojos. Apriétalos firmemente entre tus dedos, inscríbelos en las tablillas de tu corazón!
Dile a la sabiduría: "Sé mi hermana", y a la inteligencia: "Se mi amiga".
Entonces sabrás protegerte de la mujer de otro, de la hermosa desconocida de suaves palabras.
Miraba desde la ventana de mi casa a través de la rejilla,
y vi pasar a un muchacho, a uno de esos jóvenes que no piensan en nada.
Se metía por la callejuela, cerca de la esquina donde vive esa mujer, para dirigirse a su casa.
Atardecía, terminaba el día, ya estaba encima la noche y la oscuridad.
De repente, sale ella a su encuentro, vestida como prostituta y tapada con un velo.
Es la mujer descarada, que no tiene vergüenza ni puede quedarse tranquila en su casa.
Ya sea en la calle, ya sea en las plazas, por todas partes anda buscando aventuras.
Se echa sobre el joven y lo abraza; le dice con tono seguro:
"Tenía que ofrecer un sacrificio, hoy mismo tuve que pagar mi manda.
Salí pues a buscarte para que estés en el banquete y te encontré.
Adorné mi cama con un cobertor de fina tela de Egipto. Perfumé mi lecho con mirra, áloe y canela.
¡Ven, entreguémonos al placer, embriaguémonos de amor hasta el amanecer!
Mi marido no está en casa, salió de viaje a un lugar lejos de aquí; se llevó el dinero y no volverá a casa hasta la luna llena".
Logra convencerlo con habilidad, lo seduce y se lo lleva.
El la sigue como un buey que llevan al matadero, como un ciervo pillado en un lazo corredizo,
al que pronto una flecha atravesará el hígado: ¡Es como un pájaro que cae en la trampa, sin saber que eso le costará la vida!
Pues bien, hijos míos, pongan atención en lo que les digo.
No te dejes seducir por una de esas mujeres, ni te dejes engañar por sus maniobras.
Porque ella ya ha hecho muchas víctimas, y hasta los más fuertes han caído.
De su casa se pasa al lugar de los muertos, es un camino que se hunde en el mundo de los muertos.