Escucha, hijo mÃo, los consejos de tu padre, no rechaces las advertencias de tu madre:
Son para ti una hermosa corona para tu cabeza, un collar para tu cuello.
¡Hijo mÃo, si los pecadores quieren arrastrarte al mal, no los sigas! Tal vez te dirán: "Ven con nosotros, aguardaremos el buen momento -¡y es para matar! Tenderemos una trampa - ¡una trampa al inocente que no la merece!
Hijo mÃo, no camines con ellos, no vayas por donde ellos andan.
¡Mira como sus pies corren hacia el mal, cuán rápidamente han derramado sangre!
Los pájaros no caen en tu trampa si la has puesto a la vista,
pero ellos, ponen en juego su propia vida, ellos mismos se ponen trampas.
Asà acabará cualquier hombre que vive de rapiñas: un dÃa cualquiera la rapiña le costará la vida.
La SabidurÃa grita por las calles, levanta su voz en las plazas.
Presenta su llamado en las encrucijadas, pronuncia su mensaje en las puertas de la ciudad:
¿Por cuánto tiempo más, gente insignificante, preferirán sus estupideces? ¿Hasta cuándo los burlones se entretendrán con sus mofas y la gente estúpida se negará a saber?
Oigan pues mis advertencias, en este momento en que abro mi corazón y les doy a conocer mis pensamientos.
¿Se van a rehusar cuando los llamo, no van a poner atención cuando les tiendo la mano?
¿No quieren hacer caso de mis consejos y rechazan mis advertencias?