Be merciful unto me, O God, be merciful unto me: for my soul trusteth in thee: yea, in the shadow of thy wings will I make my refuge, until these calamities be overpast.
Pero el Señor que todo lo ve, el Dios de Israel, lo castigó con una enfermedad incurable de carácter interno. Acababa de hablar cuando sintió en su estómago un dolor insoportable y comenzó a ser torturado en todo su cuerpo.
Esto era totalmente justo para quien habÃa torturado de igual manera a otros con un sinnúmero de suplicios nuevos. Pero no por eso se puso menos arrogante.
Enfurecido contra los judÃos, dio orden de apresurar aún más la marcha. Pero, como su carro corrÃa muy fuerte, AntÃoco cayó y se le descompuso todo el cuerpo.
Poco antes pensaba dominar con su orgullosa superioridad desde las montañas hasta el mar. Ahora tenÃa que ser llevado en una camilla, dando a todos testimonio evidente del poder de Dios.
Nadie se acercaba al que poco antes pensaba tocar los astros del cielo con la mano. Solamente entonces, torturado por aquellas llagas, comenzó a decaer su soberbia.
Al ver que sus dolores aumentaban se dio cuenta que era un castigo de Dios.
Ahora prometÃa reconstruirla y declararla ciudad libre.
OfrecÃa además igualar con los atenienses a aquellos judÃos a los cuales habÃa negado sepultura y que habÃan de ser arrojados junto con sus hijos a las fieras. HabÃa saqueado el Templo y profanado el lugar sagrado.
Ahora prometÃa adornarlo ricamente, devolverle en mayor número los vasos sagrados y pagar todos los gastos de los sacrificios.
Y, en fin, prometÃa que se harÃa judÃo y recorrerÃa todos los lugares proclamando el poder de Dios.
Les pido, pues, que teniendo en cuenta los beneficios que recibieron de mà todos y cada uno de ustedes, conserven su benevolencia hacia mà y hacia mi hijo.