Incluso se atrevió a acusar de conspirador contra el estado al que era el mayor bienhechor de la ciudad, defensor de sus compatriotas y celoso observante de las leyes.
La enemistad entre ellos vino a ser tal, que incluso partidarios de Simón cometieron crÃmenes.
OnÃas vio los peligros que entrañaba aquella rivalidad intolerable; incluso Apolonio, hijo de Menesteo, gobernador de Celesiria y Fenicia, instigaba a Simón al mal. Por eso fue donde el rey,
no para acusar a sus conciudadanos, sino por el bien de toda la nación,
pues veÃa que era imposible pacificar la situación y detener las locuras de Simón sin la intervención del rey.
Cuando el rey Seleuco dejó la presente vida, su hijo AntÃoco, por sobrenombre EpÃfanes, le sucedió en el trono. Entonces Jasón, hermano del sumo sacerdote OnÃas, usurpó su puesto,
Con el consentimiento del rey y con el poder en su mano pronto fue arrastrando a sus compatriotas a las costumbres de los griegos.
Renunció a los privilegios que los reyes habÃan concedido a los judÃos por medio de Juan, padre de Eupólemo, el que hizo la embajada de amistad y alianza de romanos y judÃos; suprimió las instituciones legÃtimas e introdujo costumbres nuevas contrarias a la Ley.
AsÃ, pues, muy gustoso fundó un gimnasio bajo la misma fortaleza e indujo a lo mejor de la juventud a educarse al modo griego.
El paganismo se propagó por la influencia de Jasón, que tenÃa más de impÃo que de Sumo Sacerdote. Las costumbres griegas estaban tan de moda,
Con esto se pusieron a sà mismos en una situación difÃcil, pues aquellos que tomaban como modelos y cuyas costumbres querÃan imitar en todo vinieron a ser sus enemigos y tiranos.
Porque no se violan impunemente las leyes divinas; el perÃodo siguiente lo manifestará.
Cuando se celebraron en Tiro los juegos quinquenales, en presencia del rey,
Menelao se hizo presentar al rey, a quien impresionó por su aire de persona de autoridad, y logró el cargo de Sumo Sacerdote, ofreciendo trescientos talentos de plata más que Jasón.
AsÃ, provisto del mandato real, regresó sin nada digno de un sumo sacerdote, sino más bien con el furor de un cruel tirano y la rabia de una fiera salvaje.
Jasón, que, por su parte, habÃa usurpado el cargo a su hermano, ahora suplantado por otro, tuvo que huir al paÃs de Ammán.
Menelao tenÃa el poder, pero nada pagaba del dinero prometido al rey,
aunque Sóstrato, comandante de la fortaleza, se lo reclamaba, pues el rey lo habÃa encargado de cobrar los impuestos. Asà que el rey mandó a llamar a ambos.
Menelao dejó como su reemplazante a su hermano LisÃmaco, y Sóstrato a Crates, jefe de los chipriotas.
Mientras tanto, sucedió que los habitantes de Tarso y de Malos se sublevaron porque sus ciudades fueron cedidas como regalo a Antióquida, concubina del rey.
Inmediatamente, partió el rey para restablecer el orden, dejando en su lugar a Andrónico, uno de sus ministros.
El rey se conmovió y se puso triste, e incluso lloró al recordar la personalidad y la noble conducta del difunto.
Se enojó con Andrónico y le quitó inmediatamente su cargo. Luego ordenó que le rasgaran las ropas y lo condujeran, atravesando toda la ciudad, hasta el lugar donde habÃa cometido el asesinato de OnÃas, y allà mismo ordenó que le echaran fuera de este mundo, dándole asà Dios la pena merecida.
Cuando LisÃmaco vio al pueblo sublevado y enfurecido, armó tres mil hombres e inició la represión violenta, poniendo por jefe a un tal Aurano, hombre ya de edad y de muy poca cabeza.
Atacado, pues, por la gente de LisÃmaco, el pueblo reaccionó con piedras y palos, e incluso recogÃan puñados de ceniza que allà habÃa, arrojándola contra los hombres de LisÃmaco.
De esta manera, hirieron a muchos de ellos, mataron a algunos, y al resto lo pusieron en fuga. En cuanto al ladrón sacrÃlego LisÃmaco, lo ajusticiaron junto al tesoro.
A propósito de estos hechos se hizo un proceso contra Menelao.
AsÃ, pues, Tolomeo, llevando al rey aparte, a una galerÃa, como para tomar el fresco, lo hizo cambiar de parecer,
de modo que absolvió de todas las acusaciones a Menelao, el causante de todos los males. Más aún, condenó a muerte a sus infelices acusadores que hubieran sido absueltos, aun cuando los hubiera juzgado un tribunal de bárbaros.
Inmediatamente fueron ejecutados los que habÃan defendido la causa de la ciudad, del pueblo y los vasos sagrados.
Por este motivo, algunos tirios, indignados contra aquel crimen, les prepararon magnÃficos funerales.
Menelao quedó en el poder, gracias a la corrupción de los gobernantes, cada vez más criminal, convertido en tirano de su pueblo.