Además, los habitantes de Jafa cometieron este enorme crimen: con pretexto de agradar a los judÃos que vivÃan entre ellos, la ciudad decidió que harÃan un paseo, junto con sus mujeres e hijos, en unas naves que tenÃan preparadas.
Disimularon sus malas intenciones y los judÃos aceptaron, para mostrar sus deseos de convivencia pacÃfica y su ausencia de recelos. Pero, cuando se hallaron en alta mar, los echaron al agua y perecieron como doscientas personas.
se puso en camino contra los asesinos de sus hermanos, incendió por la noche el puerto, quemó las embarcaciones y pasó a cuchillo a los que se habÃan refugiado allÃ.
Pero, como cerraron las puertas, no pudo entrar en la ciudad y se retiró con intención de volver otra vez y exterminar por completo a todos los habitantes de Jafa.
Supo, entre tanto, que los habitantes de Jamnia querÃan actuar de la misma forma con los judÃos que allà habitaban.
Se alejaron de allà para marchar contra Timoteo, pero, a unos dos kilómetros, los atacaron cinco mil árabes apoyados por quinientos jinetes.
Se armó una sangrienta batalla en la cual los hombres de Judas salieron vencedores con la ayuda de Dios. Los árabes vencidos pidieron la paz: se comprometÃan a darles ganado y ayudarlos en adelante.
Judas, convencido de que, en efecto, podrÃan serles útiles, hizo la paz con ellos, y se retiraron a sus campamentos.
Judas atacó una ciudad fortificada con fosos y murallas llamada Caspin. VivÃan en ella gentes de todas las razas.
Los sitiados, que se sentÃan seguros por la robustez de los muros y porque tenÃan sus almacenes llenos de alimentos, despreciaban y trataban groseramente con insultos a los hombres de Judas. Además, proferÃan blasfemias y palabras sacrÃlegas.
Dios quiso que se apoderaran de la ciudad, y entonces hicieron tal carnicerÃa que el lago vecino, de quinientos metros de largo, parecÃa lleno de sangre.
Tras una marcha de ciento cincuenta kilómetros, llegaron a Jaraca, donde los judÃos llamados tubienses.
Dositeo y SosÃpatro, jefes de las tropas del Macabeo, marcharon contra ellos y exterminaron la guarnición de más de diez mil hombres dejados por Timoteo.
Cuando se presentó el primer batallón de Judas, el miedo y el pánico se apoderaron de los enemigos como consecuencia de una aparición de Aquel que todo lo ve. Emprendieron la fuga, unos por un lado, y otros, por otro, de manera que eran arrastrados por sus propios compañeros y heridos por sus mismas espadas.
Judas los perseguÃa con furia y ardor, acuchillando a aquellos criminales, de los que mató a tres mil.
Pero como los judÃos que allà vivÃan atestiguaron que los habitantes de aquella ciudad se habÃan portado bien con ellos y les habÃan dado buena acogida en los tiempos en que estaban perseguidos,
Judas vio que los hombres de EsdrÃas estaban muy cansados, pues llevaban mucho tiempo luchando. Por eso suplicó al Señor que se hiciera su aliado y los encabezara en el combate.
Luego entonó en su lengua patria un himno guerrero, irrumpió de improviso en las tropas de Gorgias y las derrotó.
Todos se admiraron de la intervención del Señor, justo juez que saca a luz las acciones más secretas,
y rezaron al Señor para que perdonara totalmente ese pecado a sus compañeros muertos. El valiente Judas exhortó a sus hombres a que evitaran en adelante tales pecados, pues acababan de ver con sus propios ojos lo que sucedÃa a los que habÃan pecado.
pues si no hubieran creÃdo que los compañeros caÃdos iban a resucitar, habrÃa sido cosa inútil y estúpida orar por ellos.
Pero creÃan firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren como creyentes; de ahà que su inquietud era santa y de acuerdo con la fe. Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos; para que fueran perdonados de su pecado.