Cuando los hombres del Macabeo supieron que se ponÃa sitio a sus ciudades fuertes, suplicaron al Señor junto con todo el pueblo, en medio de gemidos y lágrimas, que enviara un ángel bueno para salvar a Israel.
Todos a una voz bendijeron entonces a Dios misericordioso y sintieron enardecerse sus ánimos, dispuestos no sólo a acometer a hombres, sino aun a las fieras más salvajes y a murallas de hierro.
Avanzaban equipados con este aliado enviado del cielo, pues el Señor se habÃa compadecido de ellos.
Se lanzaron como leones sobre los enemigos, abatieron once mil hombres de a pie y mil seiscientos jinetes,
y obligaron a huir a los demás. La mayorÃa de ellos huyeron heridos y desarmados. Hasta el mismo Lisias, para poder salvarse, huyó vergonzosamente.
Lisias, que era hombre inteligente, reflexionando sobre la derrota que habÃa sufrido, comprendió que los hebreos eran invencibles, porque el Dios poderoso luchaba con ellos.
En cuanto a los detalles, tengo dada orden a sus enviados y a los mÃos que los discutan con ustedes.
Sigan bien. Año ciento cuarenta y ocho, el veinticuatro del mes de Dios Corintio.»
La carta del rey decÃa lo siguiente: «El rey AntÃoco saluda a su hermano Lisias.
Al tomar la sucesión de nuestro padre, que pasó a donde viven los dioses, deseamos que todos nuestros súbditos vivan sin inquietudes y se puedan dedicar cada uno a sus propias ocupaciones.
Habiendo oÃdo que los judÃos no están de acuerdo en adoptar las costumbres griegas, como era voluntad de mi padre, y ruegan se les permita vivir según sus leyes;
deseando por nuestra parte que esta nación viva en paz, hemos decretado que les sea restituido el Templo y se les deje vivir según las leyes y costumbres de sus padres.
Harás bien, pues, si envÃas embajadores para pactar la paz con ellos. Que sepan nuestro firme propósito y, asÃ, se tranquilicen y puedan dedicarse con alegrÃa a sus propias ocupaciones.»
Nos ha informado Menelao que desean volver a sus casas y a sus ocupaciones; por tanto,
decreto una amnistÃa para todos los que vuelvan antes del treinta del mes xántico.
Los judÃos podrán en adelante vivir según sus costumbres en cuanto a las comidas y gobernarse por propias leyes como antes. Ninguno de ellos será molestado en modo alguno por su conducta anterior.
He mandado a Menelao para que los tranquilice.
Les deseo buena salud. El año ciento cuarenta y ocho, el dÃa quince del mes xántico.»
Referente a lo que Lisias creyó conveniente informar y consultar con el rey,
estudien ustedes con cuidado el asunto y mándennos en seguida a alguien, a fin de que nosotros podamos exponerle al rey todo de un modo favorable para ustedes, pues ahora nos dirigimos a AntioquÃa. Dense prisa, pues, en enviarnos a algunos de ustedes para que conozcamos sus planteamientos.
Les deseamos buena salud. El quince del mes xántico del año ciento cuarenta y ocho.»