tras dos años de interrupción. De nuevo, quemaron incienso, prendieron las lámparas y colocaron los panes de la presencia.
Hecho esto, tirados en el suelo, le pedÃan al Señor que no les mandara más tales desgracias y que, si llegaban de nuevo a pecar, los corrigiera con suavidad y no los entregara, otra vez, en manos de extranjeros blasfemos y feroces.
Sucedió que la purificación del Templo tuvo lugar en la misma fecha en que los extranjeros lo habÃan profanado, es decir, el veinticinco del mes de Casleu.
Pues bien, Tolomeo, llamado Macrón, fue el primero en hacerles justicia a los judÃos, y, conmovido por las injusticias que con ellos se cometÃan, trató de solucionarles satisfactoriamente todos sus problemas.
Pero los Amigos del rey Eupátor tomaban pretexto de esto para acusarlo ante el rey. Lo llamaban continuamente traidor, recordando que habÃa abandonado la isla de Chipre, que Filometor le habÃa confiado, para pasarse al partido de AntÃoco EpÃfanes. Al no poder desempeñar con decoro tan alto cargo, desesperado, se envenenó y asà acabó con su vida.
Fue entonces cuando Gorgias, nombrado general de aquellas regiones, comenzó a pagar tropas que hostigasen sin tregua a los judÃos.
Dieron el asalto y las plazas fuertes cayeron en su poder. Rechazaron a los que peleaban en la muralla, degollando a cuantos caÃan en sus manos, y mataron más de veinte mil hombres.
No menos de nueve mil se refugiaron en dos torres muy bien fortificadas con todo lo necesario para resistir un asedio prolongado.
Los hombres de Simón, seducidos por la avaricia, se dejaron comprar a precio de plata por los de las torres y a cambio de sesenta mil monedas permitieron que escapara un cierto número de ellos.
Apenas el Macabeo lo supo, reunió a los jefes del pueblo y acusó a esos hombres por haber vendido a sus hermanos por dinero y haber dejado escapar libres a sus enemigos.
Los condenó a muerte por traidores y en seguida se apoderó de las torres. Mató a más de veinte mil en las dos fortalezas,
dando asà feliz remate a las empresas que habÃa emprendido.
Timoteo, que habÃa sido vencido antes por los judÃos, reunió numerosas fuerzas extranjeras y un gran número de caballos traÃdos de Asia y se presentó con la intención de conquistar Judea por las armas.
Ante su avance, los hombres del Macabeo, suplicando a Dios, se cubrieron de polvo la cabeza y se vistieron de saco.
Y, postrándose al pie del altar, pedÃan a Dios que se portara bien con ellos y mal con sus enemigos; que se hiciera adversario de sus adversarios, como está escrito en la Ley.
Terminada la oración, tomaron las armas y se alejaron de la ciudad, pero, cuando llegaron cerca del enemigo, se detuvieron.
En lo más encarnizado de la batalla se aparecieron desde el cielo a los enemigos cinco hombres resplandecientes que, montados sobre caballos con bridas de oro, encabezaban a los judÃos.
Murieron veinte mil quinientos de a pie y seiscientos jinetes.
Timoteo se refugió en una fortaleza muy bien guardada llamada Gázara, donde mandaba Quereas.
Las fuerzas del Macabeo asediaron con gran valentÃa la fortaleza durante cuatro dÃas.
Los de dentro, confiados en la solidez de la fortaleza, proferÃan insultos y maldiciones.
Cuando amaneció el quinto dÃa, veinte jóvenes de las tropas del Macabeo, enfurecidos por las blasfemias que oÃan, se lanzaron valientemente contra la muralla y con salvaje furia mataron a cuantos se les ponÃan delante.