Cuando Demetrio se enteró de la muerte de Nicanor y de la derrota de su ejército, mandó otra vez a Báquides y Alcimo a Judea con las mejores tropas de su ejército.
Estos tomaron el camino de Galilea y sitiaron la ciudad de Masalot, en la región de Arbeles. La tomaron y mataron a muchos hombres.
El primer mes del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén.
De allí salieron veinte mil hombres de a pie y dos mil de a caballo en dirección a Berea.
Judas tenía su campamento en Elasa con tres mil hombres escogidos.
Estos, al ver el gran número de enemigos, se aterrorizaron. Muchos se deslizaron del campamento, quedando sólo ochocientos hombres.
Judas vio la dispersión de su ejército y se le quebrantó el ánimo. La batalla era inminente y no tenía tiempo para volverlos a juntar.
A pesar de estar angustiado, quiso animar a los que quedaban: «Luchemos contra nuestros enemigos. Quizá podamos vencerlos.»
Ellos trataron de convencerlo: «No podemos ahora hacer otra cosa que salvarnos. Más tarde volveremos con nuestros hermanos y entonces lucharemos. Por ahora somos demasiado pocos.»
Pero Judas les contestó: «Líbreme Dios de huir ante ellos. Si ha llegado nuestra hora, moriremos como valientes por nuestros hermanos, sin haber manchado nuestra gloria.»
El ejército salió de su campamento mientras ellos permanecieron en su lugar para enfrentarlo. Los hombres a caballo estaban divididos en dos alas. En primera línea avanzaban los más aguerridos, precedidos por hombres armados de arcos y de hondas,
y Báquides estaba en el ala derecha. Al toque de trompetas avanzaron por ambos lados. Los judíos tocaron también las trompetas.
La tierra temblaba con el estruendo de los ejércitos, y comenzó la batalla, que iba a durar todo el día.
Judas vio que Báquides y sus mejores tropas se encontraban en la parte derecha. Los israelitas más decididos se juntaron a él,
y derrotaron al ala derecha, persiguiéndolos hasta los cerros.
Pero los del ala izquierda, al ver derrotada a la otra parte, atacaron a Judas y a los suyos por la espalda.
La lucha se encarnizó y cayeron muchos de uno y otro bando.
Cayó también Judas y los demás huyeron.
Jonatán y Simón recogieron a su hermano y lo enterraron en la tumba de sus padres, en Modín.
Todo el pueblo de Israel estuvo de duelo por él y lo lloró durante muchos días, repitiendo esta lamentación:
«¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a Israel!»
Los demás datos referentes a Judas, sus combates, sus hazañas y sus méritos no fueron escritos, porque son demasiado numerosos.
Muerto Judas, reaparecieron los renegados en todo el territorio de Israel y levantaron cabeza los obradores de la maldad.
Por ese mismo tiempo sobrevino una gran hambre, y el país se sometió a ellos.
Báquides escogió hombres renegados que hizo dueños del país.
Estos perseguían y hacían investigaciones sobre todos los amigos y partidarios de Judas y los llevaban a Báquides, quien los castigaba y los humillaba de mil maneras.
Fue una gran prueba en Israel, como nunca se había visto desde que terminó el tiempo de los profetas.
Se reunieron entonces los amigos de Judas y dijeron a Jonatán:
«Desde la muerte de tu hermano Judas ya no hay nadie que pueda, como él, enfrentarse a nuestros enemigos, a Báquides y a todos los adversarios de nuestra nación.
Por eso, hoy te elegimos en su lugar para que seas nuestro jefe y dirijas nuestra guerra.»
Fue así como Jonatán recibió el mando y sucedió a su hermano Judas.
Al saber esto, Báquides intentó matarlo.
Pero Jonatán fue informado a tiempo y huyó al desierto de Tecoa, junto con su hermano Simón y sus seguidores y acamparon junto al lago Asfar.
Báquides lo supo en día sábado, y él con todo su ejército atravesaron el Jordán.
(Jonatán había enviado a su hermano Juan como encargado del pueblo para rogar a los nabateos, sus amigos, que guardaran en depósito su equipaje, que era mucho.
Pero los descendientes de Jambri y la gente de Madaba se apoderaron de Juan con cuanto llevaba y se marcharon llevándose el botín.
Después de esto, anunciaron a Jonatán y a Simón, su hermano, que los descendientes de Jambri estaban celebrando una boda solemne y que llevaban desde Nadabat, con gran pompa, a la novia, hija de uno de los magnates de Canaán.)
Entonces se acordaron del asesinato de su hermano Juan y subieron a esconderse en el cerro.
Levantando sus ojos vieron, en medio de un rumor confuso, mucho equipaje; el esposo, sus amigos y hermanos avanzaban hacia ellos con tamboriles, instrumentos musicales y armas numerosas.
Entonces los judíos salieron de su emboscada, se precipitaron sobre ellos y los mataron; hubo muchas víctimas y otros huyeron al monte. Se apoderaron de todos los despojos.
Así la boda se convirtió en luto y la música en lamentaciones.
Así vengaron la muerte de su hermano, y se volvieron a los pantanos del Jordán.
Volvamos a Báquides, el cual se presentó con un poderoso ejército, en un día sábado, a la orilla del Jordán.
Jonatán habló así a los de su campamento: «¡Animo! Luchemos por nuestras vidas, pues hoy la cosa se pone seria.
Estamos rodeados de peligros; aquí están las aguas del Jordán, al otro lado el pantano y los matorrales, no hay salida.
Griten, pues, al Cielo para que nos libre de nuestros enemigos.»
Y empezó el combate. Jonatán levantó su brazo para herir a Báquides, pero éste lo esquivó, echándose hacia atrás.
Entonces Jonatán y los suyos saltaron al Jordán, atravesándolo a nado; sus enemigos no los siguieron.
Aquel día cayeron cerca de mil hombres de los de Báquides.
Báquides volvió a Jerusalén. Empezó a construir ciudades fortificadas en Judea, las fortalezas de Jericó, Emaús, Betorón, Betel, Tamnata, Faratón y Tefón, con altas murallas y puertas con cerrojos,
dejando fuerzas en cada una de ellas para intimidar a los israelitas.
También fortificó las ciudades de Betsur, Gazer y la Fortaleza, dejando en ellas soldados y depósitos de víveres.
Tomó como rehenes a los hijos de los jefes del país y los encarceló en la fortaleza de Jerusalén.
En el año ciento cincuenta y tres, en el segundo mes, Alcimo mandó derribar el muro del patio interior del Templo. Esto significaba nada menos que destruir la obra de los profetas.
Alcimo empezó la demolición, pero entonces tuvo un ataque y los trabajos quedaron suspendidos. Alcimo había perdido el uso de la palabra y ya no pudo decir nada, ni siquiera para dar órdenes acerca de su casa.
Poco después murió en medio de grandes sufrimientos y,
a consecuencia de su muerte, Báquides volvió donde el rey. Con esto el país tuvo paz durante dos años.
Entonces todos los renegados se reunieron. Dijeron: «Jonatán y los suyos viven en paz sin temor alguno. Mandemos, pues, a buscar a Báquides para que se apodere de todos en una sola noche.»
Fueron, en efecto, a él para convencerlo.
Báquides se puso en camino con numerosas tropas. Mandó clandestinamente cartas a sus partidarios de Judea para que tomaran preso a Jonatán y a los suyos, pero no tuvieron éxito, porque fueron descubiertos sus planes.
Incluso los partidarios de Jonatán apresaron a cincuenta hombres del país, que eran los jefes de esta conspiración, y los ejecutaron.
Jonatán y Simón se retiraron con los suyos a Betbasí, en el desierto, repararon las ruinas y las fortificaron.
Apenas lo supo Báquides, reunió toda su gente y avisó a sus partidarios de Judea.
Vino a atacar a Betbasí, la sitió durante varios días y construyó máquinas de guerra.
Jonatán , entonces, dejando en la ciudad a su hermano Simón, hizo una salida por la región con un puñado de hombres.
Derrotó a Odomera y a sus hermanos y a la gente de Fasirón en su campamento; luego se volvieron y empezaron a atacar a las tropas que sitiaban la ciudad.
Mientras tanto, Simón y los suyos salieron de la ciudad e incendiaron las máquinas.
Atacaron a Báquides, que fue derrotado y quedó muy desanimado por el fracaso de su expedición.
Se enfureció entonces contra los renegados que le habían aconsejado venir al país, ejecutó a muchos de ellos y decidió volver a su tierra.
Cuando Jonatán lo supo, le envió mensajeros para firmar con él un tratado de paz y cambiar prisioneros.
Báquides aceptó sus condiciones. Cumplió, por su parte, sus promesas y juró que, en adelante, y hasta el día de su muerte, no le perjudicaría en nada.
Devolvió a los presos arrestados anteriormente en Judea, después regresó a su país y no volvió más al territorio de Judea.
Así hubo paz en Israel, y Jonatán fijó su residencia en Micmás, donde comenzó a gobernar el país, e hizo desaparecer de Israel a los renegados.