Behold, what manner of love the Father hath bestowed upon us, that we should be called the sons of God: therefore the world knoweth us not, because it knew him not.
Cuando los paganos que vivían alrededor supieron que el altar había sido reconstruido y el Templo restaurado como antes, se enojaron muchísimo
y decidieron exterminar a los descendientes de Jacob que vivían entre ellos; y comenzaron a matar y expulsar a los judíos.
En vista de eso, Judas declaró la guerra a los hijos de Esaú, en Idumea y la provincia de la Acrabatane, porque ésos cercaban a Israel, y les dio un golpe mortal; los humilló y se apoderó de sus despojos.
Luego recordó la maldad de los hijos de Bayán, que habían sido tropiezo y plaga para los judíos, asaltándolos en los caminos.
Los obligó a encerrarse en sus torres, los bloqueó y condenó a destrucción, incendiando las torres con todos los que había dentro.
De allí pasó al país de los amonitas, donde se enfrentó con un ejército numeroso y bien organizado, bajo el mando de Timoteo.
Tuvo diferentes choques con ellos, los derrotó y los aplastó.
Asaltó y tomó la ciudad de Gazer con sus aldeas y se volvió a Judá.
Los paganos de Galaad se juntaron para exterminar a los israelitas que vivían en su territorio.
Pero éstos se refugiaron en la fortaleza de Datema y mandaron cartas a Judas y a sus hermanos en las que decían: «Los paganos que nos rodean se han unido contra nosotros para aplastarnos
y se preparan para asaltar la fortaleza en la que estamos refugiados. Su jefe es Timoteo.
Vengan en seguida a librarnos de sus manos, que muchos de entre nosotros han muerto ya;
todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tob han sido asesinados, sus mujeres e hijos han sido llevados cautivos, muriendo como mil hombres.»
Estaban leyendo esta carta, cuando llegaron de Galilea otros mensajeros que rasgaron su ropa y les transmitieron este recado:
«Se han unido los de Tolemaida, Tiro, Sidón y toda la Galilea de los paganos, para acabar con nosotros.»
Cuando Judas y sus hombres escucharon estas noticias, reunieron una gran asamblea para examinar lo que podían hacer en favor de sus hermanos que estaban en apuros y debían luchar por su vida.
Dijo Judas a su hermano Simón: «Escoge hombres y anda a librar a tus hermanos en Galilea; yo y mi hermano Jonatán iremos a Galaad.»
Dejó el resto del ejército bajo el mando de José, hijo de Zacarías, y Azarías, para defender la tierra de Judea,
y les dio esta orden: «Quédense al frente del pueblo, pero no ataquen a los paganos hasta que hayamos regresado.»
A Simón le dieron tres mil hombres para la campaña de Galilea, y ocho mil a Judas para la de Galaad.
Partió Simón para Galilea y, en muchos encuentros con los paganos, los derrotó
y persiguió hasta las puertas de Tolemaida. Cayeron unos tres mil de los paganos y Simón se apoderó de sus despojos.
Tomó después consigo a los judíos que había en Galilea y en Arbates, como también a sus mujeres e hijos, y todo cuanto tenían, y los llevó a Judea con gran alegría.
Entre tanto, Judas Macabeo y su hermano Jonatán pasaron el Jordán y caminaron por el desierto durante tres días.
Allí encontraron a los nabateos, que los recibieron amistosamente y los pusieron al tanto de lo que ocurría a sus hermanos de la región de Galaad.
Les dieron la noticia de que muchos de ellos se habían atrincherado en las cercanías de Bosorá, Alema, Casfor, Maqued y Carnaím, todas ciudades fuertes y grandes,
refirieron también que otros estaban atrincherados en otras ciudades de Galaad y que los paganos habían decidido asaltar sus defensas, al día siguiente, echar mano de ellos y exterminarlos a todos en un solo día.
Inmediatamente, Judas volvió con su ejército hacia el desierto de Bosorá, ocupó la ciudad, pasó al filo de la espada a todos los hombres, se apoderó del botín y luego incendió la ciudad.
Partió de allí por la noche y avanzó hasta las cercanías de la fortaleza.
Al llegar el día, los judíos alzaron sus ojos y vieron un ejército innumerable preparando escalas y máquinas para atacar y tomar la fortaleza.
Judas comprendió que el asalto había comenzado; de la ciudad un fragor subía hacia el cielo, gritos y toques de trompetas. Entonces
dijo a los de su ejército: «Luchemos hoy por nuestros hermanos.»
Después, repartió sus tropas en tres grupos que atacaron al enemigo por la espalda, tocando las trompetas y rezando a gritos.
Cuando el ejército de Timoteo se dio cuenta de que era el Macabeo, emprendieron la fuga, pero él les dio fuertes golpes y cayeron unos ocho mil enemigos aquel día.
De allí, pasó Judas a Alema, la asaltó, la ocupó, mató a todos los varones, se apoderó del botín y luego la incendió.
Y saliendo de allí, se apoderó de Casfor, Maqued y Bosor con las demás ciudades de Galaad.
Después de estos acontecimientos, Timoteo juntó un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente.
Judas envió a reconocer el campamento y le trajeron el siguiente informe: «Todos los paganos de esta región se han unido a Timoteo, formando un ejército poderoso.
Además contrataron auxiliares árabes, y éstos acampan al otro lado del torrente, preparados para atacarte.» Judas, pues, salió a su encuentro.
Al ver que Judas se aproximaba al torrente con su ejército, Timoteo dijo a los capitanes de sus tropas: «Si él pasa primero y viene hacia nosotros, nos atacará con tanto empuje que no podremos resistirle;
en cambio, si vacila y acampa al otro lado del río, lo atravesaremos nosotros, iremos a él y lo venceremos.»
Cuando Judas llegó al borde del torrente, colocó a los oficiales del pueblo a la orilla y les ordenó: «No dejen acampar a nadie, sino que todos vayan al combate.»
Judas atravesó primero hacia el enemigo, y toda su gente lo siguió. Derrotaron a todos los paganos, que abandonaron sus armas y corrieron a buscar refugio en el recinto sagrado de Carnaím.
Pero los judíos tomaron la ciudad y quemaron el recinto sagrado con todos los que estaban dentro. Los de Carnaím fueron aplastados y ya nadie pudo resistir a Judas.
Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad, pequeños y grandes, a sus mujeres, hijos y pertenencias, una inmensa muchedumbre, para llevarlos al país de Judea.
Llegaron a Efrón, ciudad importante y fuerte, situada en el camino. Necesariamente tenían que pasar por ella, ya que no había posibilidad de desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
Pero los habitantes les negaron el paso y bloquearon las entradas con piedras.
Judas les envió un mensaje en son de paz, diciéndoles: «Permítannos atravesar su país para llegar al nuestro; nadie de nosotros les hará mal alguno, pues se trata solamente de seguir nuestro camino.» Pero no quisieron abrirle las puertas.
Entonces Judas dio órdenes a su ejército para que cada uno tomara posición en el puesto que le correspondía.
La gente de guerra tomó posición y Judas atacó la ciudad todo aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos.
Hizo pasar a filo de espada a todos los varones, arrasó la ciudad y se llevó sus despojos. Luego atravesó la ciudad por encima de los cadáveres;
y llegaron a la gran llanura después de pasar el Jordán frente a Betsán.
Judas fue durante toda la marcha animando al pueblo y recogiendo a los rezagados, hasta llegar a la tierra de Judá.
Subieron al monte Sión, alegres y muy contentos, y ofrecieron holocaustos por haber regresado felizmente y sin haber perdido a ninguno de los suyos.
Durante el tiempo que Judas y Jonatán habían salido al país de Galaad y su hermano Simón acampaba en Galilea, frente a Tolemaida,
José, hijo de Zacarías, y Azarías, quedaron al frente del ejército. Al conocer las hazañas que aquéllos habían realizado,
se dijeron: «Tenemos que ser famosos también nosotros, así que salgamos a pelear contra los paganos que viven más cerca.»
Dieron, pues, órdenes a su ejército de marchar sobre Jamnia.
Pero salió Gorgias de la ciudad con sus hombres y los atacó.
José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta las fronteras de Judea, y aquel día cayeron cerca de dos mil israelitas.
Fue una gran derrota para el pueblo, y esto, por no haber escuchado a Judas y sus hermanos y creerse capaces de grandes hazañas.
En realidad no eran de esos hombres a quienes se les concedió salvar a Israel.
El valiente Judas y sus hermanos recibieron grandes honores en Israel y también se hicieron famosos entre los extranjeros que oyeron hablar de ellos,
de manera que muchos venían para felicitarlos.
Judas y sus hermanos organizaron una expedición al Negueb para combatir a los hijos de Esaú. Tomó Hebrón y sus aldeas, arrasó sus murallas y prendió fuego a sus torres de defensa.
Luego partió en dirección al país de los filisteos y atravesó Marisa.
Algunos sacerdotes que querían hacerse los valientes cayeron aquel día por haber atacado imprudentemente a los enemigos.
De allí pasó Judas a Azoto, en el país de los filisteos, derribó sus altares, incendió las estatuas de sus dioses, saqueó la ciudad y luego se volvió a Judá.