Pero el rey de Egipto reunió un ejército incontable como la arena de las playas del mar, así como muchos barcos, pues intentaba apoderarse por engaño del reino de Alejandro y unirlo al suyo.
Llegó a Siria con palabras de paz y los habitantes de las ciudades le abrieron las puertas y le salieron al encuentro, porque así lo había mandado Alejandro, pues era su suegro.
Pero apenas entraba en las ciudades, Tolomeo dejaba en ellas guarniciones.
Cuando se acercó a Azoto, le mostraron el templo de Dagón incendiado, Azoto y sus alrededores destruidos, los cadáveres abandonados y los restos calcinados de todos aquellos que Jonatán hizo perecer en la guerra, pues los habían dispuesto en montones a lo largo del recorrido del rey.
Contaron al rey Tolomeo todo lo que Jonatán había hecho. Esperaban que lo desaprobara, pero el rey callaba.
Jonatán salió con gran pompa a Jafa para encontrar al rey. Se saludaron y pasaron allí la noche.
Al día siguiente acompañó al rey hasta el río Eleutero y luego se volvió a Jerusalén.
Por su parte, el rey Tolomeo se apoderó de las ciudades de la costa hasta Seleucia Marítima, pues hacía planes contra el rey Alejandro.
Por dicho motivo envió a Demetrio este mensaje: «Ven y concertemos una alianza. Te daré a mi hija casada con Alejandro y reinarás en el trono de tus padres.
Estoy arrepentido de haberle dado a mi hija, pues ha intentado asesinarme.»
Lo calumniaba así porque codiciaba su reino.
Le quitó su hija y se la dio a Demetrio. De este modo fue pública la enemistad entre él y Alejandro.
Tolomeo entró entonces en Antioquía y se ciñó la corona de Asia. Tuvo así dos reinos: el de Egipto y el de Asia.
En ese tiempo Alejandro se encontraba en Cilicia, sofocando una rebelión.
Al saber lo que ocurría, volvió para luchar con Tolomeo. Este le salió al encuentro con una poderosa tropa y lo derrotó.
Alejandro huyó a Arabia, a refugiarse.
Pero el árabe Zabdiel le cortó la cabeza y se la envió a Tolomeo.
Tres días después murió también Tolomeo y, de inmediato, los soldados egipcios que guardaban las ciudades fortificadas fueron asesinados por los habitantes.
De esta manera, Demetrio obtuvo el reinado el año ciento sesenta y siete.
Por aquellos días, Jonatán reunió las tropas judías para atacar la fortaleza de Jerusalén, ocupada por los sirios, y dispuso contra ella mucha maquinaria de guerra.
Entonces algunos malvados, traidores a su pueblo, le avisaron al rey.
Este, al saberlo, se indignó e inmediatamente se puso en marcha hasta Tolemaida. Desde allí escribió a Jonatán para que desistiera del sitio y viniera a verlo lo antes posible.
Recibido el mensaje, Jonatán mandó continuar el asedio. Luego decidió exponerse a sí mismo al peligro, y fue a ver al rey con dirigentes y sacerdotes de Israel.
Tomando oro, plata, vestidos finos y otros presentes, fueron ante el rey en Tolemaida y obtuvieron su favor, en presencia de todos sus Amigos.
Algunos traidores lo acusaron.
Pero el rey trató a Jonatán como lo habían tratado los reyes anteriores.
Lo confirmó en el puesto de jefe de los sacerdotes, con todos los privilegios que antes tenía, y le contó entre sus mejores Amigos.
Jonatán pidió al rey que dejara libres de tributos a Judea y a los tres distritos de Samaria, prometiéndole en cambio trescientos talentos.
El rey consintió y escribió a Jonatán al respecto una carta en estos términos:
«El rey Demetrio, a Jonatán, a su hermano y a toda la nación judía: paz.
Les enviamos a ustedes una copia de la carta que hemos escrito a nuestro pariente Lástenes para que la conozcan:
El rey Demetrio saluda a su pariente Lástenes.
Por su fidelidad hacia nosotros hemos decidido hacerle favores a la nación de los judíos, que son nuestros amigos y se portan lealmente con nosotros, pues queremos recompensar su fidelidad.
Les confirmamos la posesión del territorio de Judea y de las tres regiones de Aferema, Lidda y Ramatayim, que han sido apartadas de Samaria y agregadas a Judea, con todas sus dependencias. A todos los que suben a sacrificar a Jerusalén los dejamos exentos de los impuestos que el rey recibía cada año de ellos hasta ahora, por los productos de la tierra y por los frutos de los árboles.
Igualmente, estarán exentos de los demás impuestos que nos debían, especialmente los impuestos sobre los productos de las salinas y las coronas de oro que ofrecían.
Ninguno de estos privilegios será anulado jamás.
Así, pues, hagan una copia de este decreto y entréguensela a Jonatán para que se deposite en el Monte Santo en un determinado lugar.»
El rey Demetrio había llegado a dominar el reino y nadie se le oponía; entonces disolvió su ejército, enviándolos a sus casas, salvo las tropas extranjeras que había reclutado en las islas de los paganos, con lo cual se atrajo el odio de todas las tropas que habían servido a sus padres.
Entonces Trifón, que había sido partidario de Alejandro, aprovechó el desconcierto del ejército contra Demetrio. Se dirigió al árabe Emalcué, el cual educaba a Antíoco, hijo de Alejandro,
y lo persuadió que le entregara al niño con el fin de restablecerlo en el puesto de su padre. Lo informó de todas las decisiones de Demetrio y del odio que le tenían sus soldados, y permaneció allí bastante tiempo.
Entre tanto, Jonatán pidió al rey que expulsara a los defensores de la ciudadela de Jerusalén y retirara las guarniciones de las fortalezas, porque estaban siempre en guerra contra Israel.
Demetrio le contestó: «No sólo haré esto por ti y por tu pueblo, sino que los colmaré de honores en cuanto tenga ocasión.
Por el momento harías bien mandándome tropas, porque todos mis soldados me han abandonado.»
Jonatán le mandó para Antioquía tres mil hombres valientes; cuando se presentaron al rey, éste se alegró mucho.
Los habitantes se amotinaron y se reunieron en el centro de la ciudad con la intención de matar al rey: eran como ciento veinte mil hombres.
Demetrio se refugió en su palacio, mientras los ciudadanos ocupaban las calles de la ciudad y comenzaban el ataque.
Entonces el rey llamó en su ayuda a los judíos, que se reunieron en torno a él. Luego se dispersaron por la ciudad y mataron ese día cien mil hombres.
Incendiaron la ciudad, recogieron un abundante botín y salvaron al rey.
Los judíos dominaban la ciudad. Entonces los habitantes se desalentaron y suplicaron al rey en esta forma:
«Perdónanos y cesen los judíos de maltratarnos a nosotros y a la ciudad.»
Arrojaron las armas e hicieron la paz. Con esto los judíos se merecieron la admiración del rey y se hicieron famosos en todo el reino, y volvieron a Jerusalén cargados de botín.
Pero cuando Demetrio se sintió seguro en su trono y estuvo el país en calma,
se olvidó de sus promesas y cambió de actitud con Jonatán. No lo trató con la benevolencia que éste le había tenido, sino que comenzó a portarse muy duro con él.
Después de esto Trifón regresó con Antíoco, el cual era todavía un niño. Lo proclamaron rey y se ciñó la corona.
Las tropas licenciadas por Demetrio se pusieron a su lado y lucharon contra Demetrio, que tuvo que huir.
Trifón se apoderó de los elefantes y ocupó Antioquía.
Entonces el jovencito Antíoco envió a Jonatán esta carta: «Te confirmo en el cargo de Sumo Sacerdote, te hago gobernador de los cuatro distritos y te pongo entre los Amigos del Rey.»
Le envió vajilla de oro y un servicio de mesa, autorizándolo a beber en copas de oro, a vestirse de rojo púrpura y llevar el broche de oro.
Nombró también a su hermano Simón general, desde la Escala de Tiro hasta la frontera de Egipto.
Jonatán se puso a recorrer la región y las ciudades de la otra parte del río. Todo el ejército de Siria acudió a él para ayudarlo. Cuando llegó a Ascalón, los habitantes de la ciudad salieron a recibirlo con todos los honores.
Desde allí pasó a Gaza, donde los habitantes le cerraron las puertas; por lo que le puso sitio, y quemó los suburbios de la ciudad, saqueándolo todo.
Entonces los de Gaza le pidieron la paz, y les fue otorgada; tomó en rehenes a los hijos de sus jefes, que envió a Jerusalén. Después, atravesó la provincia hasta llegar a Damasco.
En esto, Jonatán tuvo noticias de que los generales de Demetrio estaban en Cades de Galilea con un numeroso ejército y querían detenerlo.
Dejando a su hermano Simón en Judea, les salió al encuentro.
Simón acampó frente a Betsur y la estuvo sitiando un buen tiempo.
Los habitantes pidieron la paz, y él se la otorgó. Los expulsó de allí y se apoderó de la ciudad, poniendo guarnición en ella.
Entre tanto, Jonatán acampó con su ejército junto a las aguas de Genesaret y, muy de madrugada, llegaron a la llanura de Asor.
El ejército de los paganos le salió al encuentro en la llanura. Pero habían enviado hombres a los cerros detrás de él, mientras lo atacaban de frente.
Estos salieron de sus lugares y empezaron a pelear.
Los que estaban al lado de Jonatán huyeron. Sólo quedaron Matatías, hijo de Absalón, y Judas, hijo de Calfí, jefes del ejército.
Jonatán rasgó sus vestiduras, se echó tierra sobre su cabeza y rezó.
Luego hizo frente a los atacantes, los derrotó y los puso en fuga.
Entonces, las tropas que lo habían abandonado volvieron a su lado y, todos juntos, persiguieron a los enemigos hasta Cades, donde estaba su campamento, y acamparon allí.
Aquel día perecieron tres mil de los paganos. Luego volvió Jonatán a Jerusalén.