Oh Dios, comunica al rey tu juicio, y tu justicia a ese hijo de rey,
para que juzgue a tu pueblo con justicia y a tus pobres en los juicios que reclaman.
Que montes y colinas traigan al pueblo la paz y la justicia.
Juzgará con justicia al bajo pueblo, salvará a los hijos de los pobres, pues al opresor aplastará.
Durará tanto tiempo como el sol, como la luna a lo largo de los siglos.
Bajará como la lluvia sobre el césped, como el chubasco que moja la tierra.
Florecerá en sus días la justicia, y una gran paz hasta el fin de las lunas.
Pues domina del uno al otro Mar, del Río hasta el confín de las tierras.
Ante él se arrodillará su adversario, y el polvo morderán sus enemigos.
Los reyes de Tarsis y de las islas le pagarán tributo; los reyes de Arabia y de Etiopía le harán llegar sus cuotas.
Ante él se postrarán todos los reyes, y le servirán todas las naciones.
Pues librará al mendigo que le clama, al pequeño, que de nadie tiene apoyo;
él se apiada del débil y del pobre, él salvará la vida de los pobres;
de la opresión violenta rescata su vida, y su sangre que es preciosa ante sus ojos.
Que él viva, que le den oro de Arabia, y que sin tregua rueguen por él; lo bendecirán el día entero.
¡Abundancia de trigo habrá en la tierra, que cubrirá la cima de los montes; que abunde en fruto como el Líbano, se multiplicarán como hierba de la tierra!
Que su nombre permanezca para siempre, y perdure por siempre bajo el sol. En él serán benditas todas las razas de la tierra, le desearán felicidad todas las naciones.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, pues sólo él hace maravillas.
Bendito sea por siempre su nombre de gloria, que su gloria llene la tierra entera. ¡Amén, amén!
Aquí terminan las plegarias de David, hijo de Jesé.