cuya boca dice falsedades y su diestra es una diestra de perjurio.
Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo, y tocar para ti en la lira de diez cuerdas,
a ti que das a los reyes la victoria, que salvas a David, tu servidor de la espada que mata
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Aquà están nuestros hijos como plantas que van creciendo desde su niñez, nuestras hijas son columnas angulares esculpidas en el frontis de un palacio.
Están nuestros graneros muy repletos, rebosantes de toda clase de cosechas; nuestras ovejas se cuentan por miles, por millares se ven en nuestros campos;
nuestras bestias viajan muy cargadas. No hay hoyos en los muros ni rendiciones, ni gritos de lamento en nuestras plazas.
Dichoso el pueblo que esta suerte tiene, dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.