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Yo habÃa hecho ese pacto con mis ojos de ni siquiera mirar a una doncella.
Pues, ¿cuál es la parte que Dios nos envÃa desde arriba y cómo devuelve el Omnipotente desde lo alto?
¿No es acaso la desgracia para el injusto y la prueba para los que actúan con maldad?
El sabe cuál ha sido mi conducta y conoce todos mis pasos.
Nunca he andado con mentiras ni me he afanado en engañar a los demás.
Que me pese Dios en la balanza de la justicia, y se dará cuenta de mi honradez.
Si mis pasos se apartaron del buen camino, si mi corazón corrió tras lo que veÃan mis ojos, si he manchado mis manos,
¡que otro coma lo que yo sembré, y sean arrancados mis retoños!
Si mi corazón se dejó seducir por mujer, si estuve acechando a la puerta de mi prójimo,
¡sea para otro mi mujer, y otros brazos la estrechen!
Pues hubiera sido una infamia, un crimen condenado por los jueces,
un fuego que devora hasta la perdición y que habrÃa consumido mis cosechas.
Si he menospreciado el derecho de mi siervo, o de mi sierva, cuando se quejaron de mÃ,
¿qué podré hacer cuando Dios me juzgue?; y cuando me pida cuentas, ¿qué responderé?
Me formó a mà y a ellos en el seno materno, un mismo Dios nos formó en el vientre.
No les negué a los pobres lo que deseaban, ni a la viuda dejé aguardando en vano..
¿Acaso comà solo mi pedazo de pan, sin compartirlo con el huérfano?
Al contrario, desde la infancia lo traté como un padre y desde joven he protegido a la viuda.
No he visto a un necesitado sin vestido ni algún pobre desnudo
sin que en lo Ãntimo de su ser me bendijera porque del vellón de mis corderos se habÃa calentado.
Si he alzado mi mano contra un huérfano porque pensaba que podÃa contar con los jueces,
que mi espalda se desprenda del cuello y que mi brazo se parta en el codo.
Porque temo los castigos de Dios y no podrÃa resistir ante su majestad.
No he puesto en el oro mi confianza, ni he exclamado: «Tú eres mi apoyo.»
No me complacà en la abundancia de mis bienes ni de lo mucho que habÃan adquirido mis manos.
¿Acaso, al ver el sol en su esplendor y la luna que radiante caminaba,
mi corazón se dejó seducir en secreto, y le mandé con mi mano un beso de mi boca?
También esto habrÃa sido una falta criminal, porque habrÃa renegado del Dios que está en lo alto.
¿Acaso me alegré de la mala suerte de mi enemigo y me sentà feliz por la desgracia que lo afectaba?
No he permitido que mi lengua pecara deseándole la muerte como una maldición.
DecÃan las gentes de mi casa: ¿Hay alguien que no se haya saciado en su mesa?
TenÃa abierta mi puerta al caminante y el forastero pasaba la noche a la intemperie .
¿Acaso disimulé mis culpas como hace un cualquiera, ocultando el pecado en mi seno?
¿Acaso debà temer al rumor público hasta quedarme callado y encerrado en mi casa?
¡Quién me diera que se me escuchara! Ahà va mi firma: ¡que me responda el Omnipotente!
La acusación escrita por mi adversario, estoy listo para llevarla sobre mi espalda y me la ceñiré como una corona.
A él le daré cuenta del número de mis pasos y me acercaré a él como un prÃncipe. (40c) Aquà terminan las palabras de Job.
Si la tierra clamó contra mà y junto con ella lloraron sus surcos,
por haber yo comido sus frutos sin pagarlos o porque hice exhalar el alma a su dueño,
¡que en lugar de trigo broten espinas, y en lugar de cebada, hierba maloliente!»
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