El hombre nacido de mujer tiene corta vida y llena de problemas.
Como la flor, brota y se marchita, y pasa como sombra, sin detenerse.
¿Y sobre un ser así pones tú los ojos y lo citas a juicio frente a ti?
¿Quién podrá sacar lo puro de lo impuro? ¡Nadie!
Sabiendo que sus días están contados, que de ti depende el número de sus meses, y tú le has puesto un límite que no se puede pasar,
aparta de él tu mirada y déjalo hasta que termine su trabajo diario como un jornalero.
El árbol tiene una esperanza: pues, si es cortado, aún pueden salirle renuevos, que seguirán brotando.
Aunque sus raíces se hayan envejecido en la tierra, y su tronco muera en el suelo,
al contacto del agua rebrota y echa ramaje como una planta nueva.
Pero el hombre que muere, queda inerte. Cuando un hombre expira, ¿dónde está?
Las aguas del mar podrán desaparecer o los ríos podrán agotarse y secarse;
el hombre, en cambio, no se levantará. Se gastarán los cielos antes que despierte, nunca saldrán los hombres de su sueño. (14a) Si pudiera un hombre revivir,
quisiera que me escondieras en el lugar de los muertos y me ocultaras allí hasta que cese tu ira, fijando una fecha en que vuelvas a acordarte de mí!
allí, mientras dure mi servicio, esperaría la hora del relevo.
Me llamarías y te respondería; reclamarías la obra de tus manos.
Acabado el tiempo en que contabas mis pasos, no mirarías ya más mis pecados;
mi delito quedaría sellado en un saco y mi pecado blanqueado.
Pero no; cae el monte y la roca se cambia de lugar,
las aguas desgastan las piedras y las lluvias se llevan la tierra, -asimismo le quitas al hombre su esperanza.
Lo derribas, se acabó, se fue, lo desfiguras y lo mandas al diablo.
Si son honrados sus hijos, él no lo sabe; si son despreciados, él no se da cuenta.
Sólo puede afligirse por su propia carne y lamentarse por su alma.»
Se deshace como leña carcomida, como vestido que se come la polilla.