Cuando tienen un pleito vienen a mÃ, yo juzgo entre unos y otros, y les doy a conocer las decisiones de Dios y sus normas.»
Entonces su suegro le dijo: «No es lo mejor como tú lo estás haciendo.
Acabarás por agotarte tú y este pueblo que está contigo; pues la carga es demasiado pesada para ti y no puedes llevarla tú solo.
Ahora escúchame, te voy a dar un consejo, y Dios estará contigo. Tú serás para el pueblo el representante de Dios, y le llevarás sus problemas.
Les explicarás las normas y las instrucciones de Dios, les darás a conocer el camino que deben seguir y las obras que tienen que realizar.
Pero elige entre los hombres del pueblo algunos que sean valiosos y que teman a Dios, hombres Ãntegros y que no se dejen sobornar, y los pondrás al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta o de diez.
Ellos harán de jueces para tu pueblo a cualquier hora; te presentarán los asuntos más graves, pero decidirán ellos mismos en los asuntos de menos importancia. Asà se aliviará tu carga pues ellos la llevarán contigo.
Si procedes como te digo, Dios te comunicará sus decisiones y tú podrás hacerles frente, y toda esa gente llegará felizmente a su tierra.»