Have not I commanded thee? Be strong and of a good courage; be not afraid, neither be thou dismayed: for the LORD thy God is with thee whithersoever thou goest.
Mientras vigilaba a los segadores que ataban las gavillas, le dio una insolación, cayó en cama y murió en Betulia, su ciudad. Fue sepultado junto a sus padres en el campo que hay entre Dotán y Balamón.
En la terraza de su casa se habÃa hecho una habitación donde vivÃa. Se vestÃa de penitencia
y ayunaba todos los dÃas, menos los sábados y otras festividades de Israel.
Era extremadamente hermosa. Su marido le habÃa dejado muchas riquezas, familia numerosa y posesiones llenas de rebaños de vacas y de ovejas, quedando ella como dueña.
No habÃa nadie que hablara la más mÃnima palabra en su contra, ya que procuraba agradar a Dios en todo.
Entonces envió a llamar a los dirigentes Jabrà y JarmÃ.
Cuando llegaron a su casa les dijo: «Escúchenme, jefes de Betulia. No están bien las palabras que han pronunciado delante del pueblo, cuando incluso han jurado ante Dios que entregarÃan la ciudad a nuestros enemigos si en el plazo convenido el Señor no les enviaba socorro.
Ese no es el medio para atraer su misericordia; más bien sirve para provocar su ira.
Ustedes nunca llegarán a conocer todo lo que siente una persona, no podrán apoderarse de sus pensamientos. Entonces, ¿cómo van a comprender a Dios que hizo todas las cosas? No, hermanos, no provoquen la cólera del Señor, Dios nuestro.
Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco dÃas, tiene poder para salvarnos en cualquier otro momento, como lo tiene para destruirnos en presencia de nuestros enemigos.
Pero ustedes no exijan garantÃas a los designios del Señor, nuestro Dios, porque Dios no se somete a las amenazas como un hombre, ni se le impone decisión alguna, como a hijos de hombres.
Es verdad que no se encontrarÃa en nuestros dÃas tribu, familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses hechos por mano del hombre, como sucedió en otros tiempos,
por lo cual, en castigo, nuestros padres fueron entregados a la espada y al saqueo, y murieron en forma desastrosa ante sus enemigos.
Porque si de hecho se apoderan de nosotros, caerá toda Judea, y nuestro Santuario será saqueado.
Tendremos que responder de esta profanación con nuestra propia sangre. Dios nos pedirá cuentas por la muerte de nuestros hermanos, la esclavitud de nuestro pueblo y la ruina de nuestra herencia.
El castigo nos alcanzará en medio de las naciones en que estemos como esclavos, y seremos maltratados por nuestros patrones. No habrá esperanza de que nuestra esclavitud se cambie en una suerte más feliz, sino que el Señor, nuestro Dios, la convertirá en deshonra.
Ahora, pues, mostremos a nuestros hermanos que nos sentimos solidarios con ellos y que sabemos luchar por nuestra religión, nuestro Templo y su altar.
Por todos estos motivos debemos dar gracias al Señor, nuestro Dios, que ha querido probarnos como a nuestros padres.
Recuerden lo que hizo con Abraham, las pruebas por las que hizo pasar a Isaac, lo que le sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria cuando pastoreaba el rebaño de Labán, hermano de su madre.
OzÃas respondió: «En todo lo que has dicho, has hablado con criterio, y nadie podrá oponerse a tus razones,
ya que no es hoy cuando has comenzado a dar muestras de tu sabidurÃa, sino que desde hace mucho tiempo todo el pueblo conoce tu inteligencia y la generosidad natural de tu corazón.
Pero el pueblo padecÃa mucha sed y nos obligaron a cumplir nuestra palabra, y a comprometernos con un juramento que no podemos romper.
Ahora, pues, tú que eres piadosa, pide por nosotros al Señor que envÃe lluvia para llenar nuestros pozos, y asà no nos veamos desfallecidos.»
Judit respondió: «Escúchenme. Voy a hacer algo cuyo recuerdo se prolongará entre los hijos de nuestra raza de generación en generación.