Judit fue dejada sola en la tienda con Holofernes, hundido en su cama y ahogado en vino.
Entonces Judit dijo a su sirvienta que permaneciera fuera, cerca del dormitorio, y que esperara su salida, como ella lo hacÃa diariamente. Además habÃa tenido la precaución de decir que saldrÃa para hacer su oración, y habÃa hablado en el mismo sentido con Bagoas.
que la puso en la bolsa en que guardaba sus alimentos, y las dos salieron del campamento como tenÃan costumbre para ir a rezar. Una vez que atravesaron el campamento, rodearon la quebrada, subieron la pendiente de Betulia y llegaron a sus puertas.
De lejos, Judit gritó a los guardias de las puertas: «Abran, abran la puerta. El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer maravillas en Israel y desplegar su fuerza contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy.»
Los hombres de la ciudad, al oÃr su voz, se apuraron en bajar hasta la puerta de la ciudad y llamaron a los ancianos.
Del más pequeño hasta el más grande, todos acudieron, porque ya no esperaban su regreso. Abrieron las puertas, acogieron a las dos mujeres, encendieron luces para verlas y las rodearon.
Con fuerte voz, Judit les dijo: «¡Alaben a Dios! ¡Alábenlo! ¡Alábenlo, porque no ha apartado su bondad del pueblo de Israel! ¡Esta noche, por mi mano, ha aplastado a nuestros enemigos!»
¡Viva el Señor, que me protegió en mi empresa! Mi cara no encantó a ese hombre sino para perderlo, ya que no pecó conmigo; no me manchó ni me deshonró.»
Presa de un indecible entusiasmo, todo el pueblo se postró para adorar a Dios y gritó a una sola voz: «Bendito seas, Dios nuestro, tú que en este dÃa aniquilaste a los enemigos de tu pueblo.»
OzÃas, por su parte, dijo a Judit: «Hija mÃa, que Dios AltÃsimo te bendiga más que a todas las mujeres de la tierra. ¡Y bendito sea el Señor Dios, Creador del cielo y de la tierra, que te condujo para que cortaras la cabeza del jefe de nuestros enemigos!
Jamás los hombres olvidarán la confianza que has demostrado, y siempre recordarán las hazañas de Dios.