La invitó a pasar donde tenía sus cubiertos de plata y mandó que le sirvieran de sus manjares y su vino. Pero Judit le dijo:
«No debo comer esto para no caer en falta; basta con lo que traje.» Holofernes replicó:
«Cuando se te acaben las cosas que tienes, ¿de dónde sacaremos otras iguales, si entre nosotros no hay nadie de los tuyos?»
Judit respondió «No te preocupes, porque antes que consuma lo que traje, el Señor cumplirá, por mi mano, sus designios.»
Los ayudantes la llevaron a su tienda, donde durmió hasta medianoche.
Luego se levantó para salir a orar,
pues había pedido a Holofernes que ordenara a sus guardias que la dejaran salir. Judit permaneció tres días en el campamento, y cada noche iba al valle de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaban los guardias.
A su regreso, rogaba al Dios de Israel que encaminara sus pasos para alegría de todo su pueblo.
Ya purificada, volvía a su tienda para la comida.
Al cuarto día, Holofernes dio un banquete al que invitó solamente a sus oficiales, excluyendo a los que estaban de servicio.
Dijo a Bagoas, su mayordomo: «Convence a esa mujer hebrea que está en tu casa que venga a comer y beber en nuestra compañía.
Sería una vergüenza para nosotros dejar que se fuera una mujer así sin haber tenido relaciones con ella. Si no logramos convencerla, se reirá harto de nosotros.»
Bagoas salió, pues, de la carpa de Holofernes y entró en la de Judit. Le dijo: «No te niegues, bella joven, a venir donde mi señor para que te honre y bebas con nosotros alegremente. Hoy mismo llegarás a ser como una de las asirias que viven en el palacio de Nabucodonosor.»
Respondió Judit: «¿Quién soy yo para oponerme a mi señor? Todo lo que agrade a sus ojos lo haré con gusto, y eso será para mí motivo de alegría hasta el día de mi muerte.»
Se levantó, se adornó con sus vestidos y todos sus adornos de mujer. Su sirvienta se le adelantó y extendió en el suelo, delante de Holofernes, la piel que Bagoas había dado a Judit para su uso diario y donde pudiera reclinarse para comer.
Entró Judit y se instaló. El corazón de Holofernes quedó cautivado y su espíritu perturbado. Era presa de un deseo intenso de poseerla, porque desde el día en que la vio atisbaba el momento favorable para seducirla.
Le dijo, pues: «Bebe y participa de nuestra alegría.»
Judit respondió: «Bebo gustosa, señor, porque desde que nací jamás me sentí tan feliz como hoy.» Tomó lo que su sirvienta le había preparado
y comió y bebió ante él. Holofernes estaba bajo su encanto,
por eso bebió tal cantidad de vino como jamás en su vida había tomado.