Holofernes le dijo: «Ten confianza, mujer, no tengas miedo, porque nunca he maltratado a los que se deciden a servir a Nabucodonosor, rey de toda la tierra.
Tampoco habrÃa levantado mi espada contra tu pueblo de montañeses si no me hubieran despreciado;
Si sigues los consejos de tu sierva, todo se cumplirá por la mano de Dios y mi señor no fracasará en sus proyectos.
¡Viva Nabucodonosor, rey de toda la tierra, y viva su poder que te ha enviado para poner en el recto camino a todo viviente! Gracias a tu poder, no sólo los hombres le sirven, sino que hasta las bestias salvajes, los ganados y las aves del cielo viven para Nabucodonosor y toda su casa.
Nosotros hemos oÃdo hablar de tu sabidurÃa y de la prudencia de tu espÃritu y toda la tierra sabe que tú eres el más hábil de todo el reino, de profundos conocimientos y muy entendido para la guerra.
Ahora, poderoso señor, no desprecies sus palabras; tenlas bien presentes, que son verdaderas. Nuestro pueblo no será vencido, ni la espada podrá contra ellos si no han pecado contra su Dios.
Pero, para que no quedes decepcionado y fracasado, la muerte caerá sobre ellos. Han caÃdo en un pecado que hace enojarse a Dios cada vez que lo cometen
En vista de que les faltan alimentos y escasea el agua, han decidido consumir todo lo que Dios con sus leyes les tiene prohibido comer.
Y en cuanto les sea concedido y lo realicen, entonces Dios te los entregará para su destrucción.
Cuando supe todo esto, huà de ellos, y Dios me envió para realizar contigo hazañas tales que, cuando la tierra lo sepa, todos queden desconcertados.
Holofernes le dijo: «Bien ha hecho Dios en mandarte delante de tu pueblo, para demostrarle que el poder está en mis manos y la ruina en manos de los que desprecian a mi señor.
Eres tan hermosa como prudente para hablar. Si haces lo que has dicho, tu Dios será mi Dios, vivirás en el palacio de Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra.»