se calzó las sandalias, se puso collares, brazaletes, anillos, aros y todas sus joyas. Se arregló lo mejor que pudo con el fin de atraer las miradas de todos los que la vieran.
Llenó una bolsa con harina de cebada, tortas de higos y panes puros, lo envolvió todo y se lo entregó a su sierva, junto con un cuero lleno de vino y un cántaro de aceite.
Luego se dirigieron a la puerta de Betulia y allà se encontraron con OzÃas y con Jabrà y JarmÃ, dirigentes de la ciudad,
quienes al ver a Judit transformada quedaron maravillados de su belleza y le dijeron:
Judit adoró a Dios y les dijo: «Manden abrir la puerta de la ciudad para que yo salga a realizar lo que me acaban de decir.» Ellos mandaron a los jóvenes que abrieran la puerta, como ella lo habÃa pedido.
Cumplida la orden, Judit salió con su sierva. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada mientras bajaba por la montaña hasta que llegó al valle, y allà la perdieron de vista.
Ambas caminaban rápidamente por el valle, cuando les salieron al encuentro centinelas asirios,
Y eligieron entre ellos a cien hombres que la acompañaron y guiaron hasta la carpa de Holofernes.
La noticia de su llegada se corrió de tienda en tienda. La gente de todo el campamento acudÃa en torno a ella, mientras esperaba fuera de la tienda de Holofernes que le anunciaran su llegada.
Los guardias personales de Holofernes y todos sus oficiales salieron para introducirla en la tienda.
Holofernes descansaba en su cama bajo colgaduras de oro y púrpura, adornada de esmeraldas y piedras preciosas.
Le anunciaron la llegada de Judit y salió a la entrada de su tienda precedido de lámparras de plata.
Cuando apareció Judit ante Holofernes y sus ayudantes, quedaron maravillados de la belleza de su rostro. Ella se puso de rodillas, pero los ayudantes de Holofernes la levantaron.