TobÃas recordó las palabras de Rafael y, tomando el hÃgado y el corazón del pez que tenÃa en la bolsa, los puso en las brasas del perfumador.
El olor del pez hizo huir al demonio hacia las regiones altas de Egipto, donde Rafael lo encadenó.
Mientras tanto los padres habÃan salido, cerrando la puerta de la habitación. TobÃas se Tobantó de la cama y dijo a Sara: «Tobántate, hermana, y pidamos a nuestro Señor que tenga misericordia de nosotros y nos salve.
Ella se Tobantó y empezaron a orar, pidiendo que se les concediera la vida. Empezaron asÃ: «Bendito seas, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre santo y glorioso por los siglos de los siglos; ¡que los cielos y todas tus creaturas te bendigan!
Ahora, Señor, tomo a mi hermana con recta intención y no buscando el placer. Ten piedad de nosotros, y que podamos llegar juntos a nuestra ancianidad.»
y dijo a su esposa: «Manda a una sirvienta para que vea si vive. Si ha muerto, lo enterraremos sin que nadie se entere.»
La sirvienta, al abrir la puerta, los vio dormidos,
y salió para anunciar que estaba vivo.
Entonces Ragüel bendijo al Señor con estas palabras: «Bendito seas, ¡oh Dios!, por todos los siglos.
Bendito seas por haberme colmado de gozo. No ha sucedido lo que yo temÃa, sino que nos has tratado según tu gran benevolencia
y has tenido compasión de dos hijos únicos. Ten piedad de ellos y dales tu gracia y protección, que toda su vida tengan buena salud y gozo, y vivan en tu gracia.»
luego llamó a TobÃas y le dijo: «Durante catorce dÃas te quedarás aquà para festejar a mi hija, que tanto ha sufrido.
Luego tomarán la mitad de mis bienes y se irán felices a casa de tus padres. La otra parte la obtendrán cuando nosotros hayamos muerto. Animo, hijo, que desde ahora en adelante Edna y yo somos tus padres.»