Tobías respondió a su padre: «Haré todo lo que me has mandado,
pero ¿cómo recuperará ese dinero si no conozco a ese hombre, ni él a mí? ¿Qué señal le daré para que me reconozca, me crea y me entregue el dinero? Además desconozco el camino para llegar a Media.»
Tobit le entregó el recibo y le dijo: «Ahora busca a un hombre de confianza para que te acompañe; a la vuelta le daré un sueldo toda su vida, pero recupera ese dinero.»
Tobías salió en busca de un hombre, y encontró al ángel Rafael, pero no sabía que era ángel de Dios.
Y le preguntó: «¿De dónde eres?» El joven respondió: «Soy uno de los hijos de Israel, tus hermanos, que ando en busca de trabajo.» Tobías le dijo: «¿Conoces el camino a Media?»
El respondió: «Sí, he ido muchas veces y conozco bien los caminos. Allá he sido huésped de Gabael, nuestro hermano, que vive en Ragués de Media.» Tobías le dijo:
«Espérame, que voy a avisar a mi padre, ya que necesito que vengas conmigo y yo te pagaré tu sueldo.»
El joven respondió: «Espero, pero no te demores.»
Tobías contó a su padre que había encontrado a un hermano israelita, y el padre le contestó: «Llámalo para saber a qué familia y tribu pertenece; y si es digno de confianza, para que te acompañe.» Tobías llamó al joven
y Tobit se adelantó para saludarlo.
«¿A qué familia y tribu perteneces?», preguntó Tobit.
El ángel respondió: «¿Qué te importa más: la persona que acompaña a tu hijo, o la tribu a la que pertenece?» Pero Tobit insistió en saber su nombre y la tribu a la que pertenecía.
El ángel dijo: «Soy Azarías, hijo de Ananías, uno de tus hermanos.»
Tobit exclamó: «Que te conserves sano y salvo, hermano. No te enojes porque he querido conocer la verdad acerca de tu familia. Eres de nuestra parentela, de clase buena y honrada. Conozco a Ananías y a Natán, hijos de Semeías, el grande. Ibamos a Jerusalén y rezábamos juntos allí; ellos nunca cayeron en el error cuando se desviaron sus hermanos; tus hermanos son buenos, tu raza es noble. ¡Bien venido seas!»
Y añadió: «Te pagaré una dracma diaria y tendrás el mismo trato que mi hijo.
Anda con él, y si vuelven sanos, te aumentaré el sueldo.»
El ángel respondió: «Lo acompañaré. No temas; sanos partimos y sanos regresaremos, pues el camino es seguro.» Tobit ordenó a su hijo: «Prepara las cosas para el viaje. ¡Ojalá les vaya bien por el camino!» Cuando el hijo tuvo preparadas sus cosas, el padre le dijo: «Que Dios del Cielo los proteja; que su ángel los acompañe en el camino, para que vuelvan sanos a mí.»
Estaban dispuestos a partir los dos, y el perro de Tobías los acompañaba, cuando la madre se puso a llorar y dijo a Tobit:
«¿Por qué has dejado partir a mi hijo? ¿No era él el bastón para nuestras manos, el que iba y venía con nosotros? ¿Por qué ha de ser el dinero lo primero de todo? Es mejor perder todo y salvar a nuestro hijo.
Con lo que el Señor nos daba teníamos bastante para vivir.»
Tobit le respondió: «No pienses eso, que así como se fue, volverá, y el día de su regreso lo verás sano y salvo junto a ti.
Un ángel bueno los acompañará; el viaje será feliz y volverá sano a nosotros.»