Aquel día Tobit se acordó del dinero que había depositado en manos de Gabael, en Ragués de Media,
y pensó: «Ya que me siento morir, llamaré a mi hijo Tobías para hablarle de este dinero.»
Llamó a su hijo y le dijo: «Cuando muera, entiérrame dignamente. Respeta a tu madre; haz lo que le agrade y no le causes tristeza.
Acuérdate de todos los peligros por los que pasó cuando te esperaba. Cuando muera, entiérrala junto a mí, en la misma tumba.
Acuérdate siempre del Señor y no peques ni atropelles sus mandamientos. Practica la justicia toda tu vida y no salgas de sus caminos
porque si obras rectamente tendrás éxito en todas tus cosas.
Con tus bienes haz limosna en beneficio de todos los que practican la justicia y el bien, y no vuelvas la cara al pobre, para que el Señor no aparte su rostro de ti.
Da limosna según tus posibilidades.
Pero nunca temas dar. Así te prepararás un tesoro para el día de la necesidad,
pues la limosna nos libra de la muerte y nos guarda de andar en tinieblas.
Además, para el que da, su limosna le queda como un precioso depósito ante el Altísimo.
Hijo mío, guárdate de toda impureza y elige por esposa a una mujer de la raza de tus padres. No te cases con mujer extranjera, pues somos hijos de profetas. Recuerda que nuestros padres Noé, Abraham, Isaac y Jacob se casaron con mujeres de su parentela y fueron bendecidos en sus hijos, de modo que su descendencia heredó la tierra.
Ama a tus hermanos y no desprecies a los hijos de tu pueblo hasta el punto de que tomes por esposa a una mujer extranjera, porque la soberbia acarrea ruina, y la ociosidad, bajeza, ya que la ociosidad es la madre de la miseria.
Entrega a tiempo el salario a tus obreros, y así, sirviendo a Dios, recibirás recompensa.
Muéstrate correcto, cuidando cada uno de tus actos. No hagas a nadie lo que no quieras para ti. Bebe vino con prudencia, para que no hagas de la embriaguez la compañera de tu vida.
Da de tu pan al hambriento, y de tus ropas al desnudo. Da todo cuanto te sobre, y cuando lo hagas no te arrepientas.
Reparte tu pan en los funerales de los hombres buenos, pero no lo des a los pecadores.
Busca consejos de personas prudentes y no olvides los consejos útiles.
Bendice en todo momento al Señor Dios y pídele que tus caminos sean rectos y tus proyectos favorables, porque no todas las naciones tienen la verdadera sabiduría. Es el Señor el que da todos los bienes y, si quiere, humilla hasta lo profundo del infierno. Recuerda, hijo, todos estos mandatos y no permitas que se borren de tu corazón.
También quiero decirte que deposité diez talentos de plata en manos de Gabael, hijo de Gabrí, en Ragués de Media.
Hemos vuelto a ser pobres, pero no te preocupes, ya que, si temes a Dios, huyes del pecado y haces lo que a él le agrada, tendrás con esto una gran riqueza.»